Angustia
La angustia
(etimologia: del indoeuropeo anghu-, moderación, relacionado con la palabra alemana angst)
es un estado afectivo de carácter penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido o impresión. Suele estar acompañado por intenso malestar psicológico y por pequeñas alteraciones en el organismo, tales como elevación del ritmo cardíaco, temblores, sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho o de falta de aire (de hecho, “angustia” se refiere a “angostamiento”). En el sentido y uso vulgares, se lo hace equivalente a ansiedad extrema o miedo. Sin embargo, por ser un estado afectivo de índole tan particular, ha sido tema de estudio de una disciplina científica: la Psicología, y especialmente del Psicoanálisis, que ha realizado los principales aportes para su conocimiento y lo ha erigido como uno de sus conceptos fundamentales. Como todos los conceptos freudianos, el de Angustia fue construido por Freud poco a poco, articulándose a la vez con los demás que integraban la teoría psicoanalítica en pleno desarrollo, y creciendo a la luz de los nuevos descubrimientos que el maestro vienés realizaba en su practica clínica.
La angustia.
La angustia y la preocupación son gemelas inseparables. Hay cosas peores, pero la angustia y la preocupación son unos problemas que acechan a gran numero de personas. Entre la angustia y el miedo existe una estrecha relación.
La angustia es el sentimiento que experimentamos cuando sin motivo nos preocupamos en exceso por la posibilidad de que en el futuro nos ocurra algo temido sobre lo que no tenemos control y que, en caso de que sucediera consideraríamos «terrible» o haría que nos consideráramos personas totalmente inútiles. También se puede definir la angustia como un sentimiento de amenaza cuya causa es por el momento desconocida pero que puede aparecer en el momento en que menos lo esperamos y revelar a todos sin excepción que somos unos incompetentes o personas totalmente ridículas.
La angustia que experimentamos no siempre es producto de los pensamientos de autodesprecio ante la posibilidad de algún fallo o debilidad personal que pudiera hacerse público. Una segunda forma de angustia proviene de una manera de pensar común a muchas personas, de hecho, a la mayoría, y que recibe el nombre de «baja tolerancia a la frustración», o BTF. La idea básica que sustenta dicha BTF es: «La vida debería ser fácil y transcurrir por donde quiero sin demasiados problemas y molestias; y si no es así, es horrible y no puedo soportarlo.» Si acepta esta idea, se encontrará cogido en la «trampa de la comodidad». Algunas variaciones típicas son: «debo sentirme bien», «No debo sentirme angustiado», «Debo ser frío, mantener la calma y el sosiego». Con estas ideas, y dado que lo más probable es que nos empecemos a sentir mal en el mismo momento en que nos entreguemos a este tipo de pensamientos, lo normal será que suframos un ataque de angustia. Se puede llegar a sentir angustia por miedo a sentir angustia.
La angustia es un círculo vicioso. Una vez que se ha experimentado la angustia «sin razón alguna», aparece una actitud angustiada ante la perspectiva de sentir angustia. Aparecen pensamientos del tipo de «sería horrible si empezara a sentirme angustiado». Pensar de ese modo nos provoca la angustia. Inmediatamente, notamos la angustia y pensamos algo así como «es terrible, me estoy angustiando». Esto lleva a incrementar la angustia, que a su vez nos hace pensar cosas tales como «Estoy perdiendo el control. ¿Y si me desmayo (o me coge un ataque de pánico, o cometo una locura, o me da un ataque al corazón)? Sería terrible.» La angustia crece por momentos y nos conduce a pensamientos cada vez más angustiantes. El proceso se desarrolla con gran rapidez y de lo único que somos conscientes es de un progresivo sentimiento de pánico.
Además, a muchas personas les ocurre que «respiran excesivamente» cuando sienten angustia, lo que las conduce a inspirar un exceso de oxígeno y, paradójicamente, sentir que necesitan inspirar más aire cuando en realidad necesitan menos. La respiración excesiva provoca sensaciones de mareo y de vértigo, así como palpitaciones. No sabiendo esto, es fácil pensar que esas sensaciones son una prueba de que algo en nosotros no funciona correctamente, y ese pensamiento produce aún más ansiedad, lo que refuerza el círculo vicioso.
Hay muchas personas que combaten las situaciones que les provocan angustia con una serie de conocidas técnicas pensadas para distraerse de la angustia (relajación, contar hasta diez, beber, etc.). Pueden ser útiles a corto plazo pero en general no resuelven el problema.
Veamos qué se puede hacer. En primer lugar, distinguir entre lo «incómodo» y lo «terrible». S probable que para nosotros «terrible» signifique el fin del mundo. La ansiedad no es el fin del mundo. Es incómoda, incluso muy incómoda, pero no es terrible a no ser que así la definamos. Si definimos la ansiedad como una sensación terrible estaremos dando otra vuelta al círculo vicioso. Así pues, para empezar, cuando se sienta angustiado, demuéstrese a sí mismo que la angustia es incómoda, mala, inconveniente, pero no es peligrosa ni es el fin del mundo.
En segundo lugar, demuéstreselo en la situación que habría querido evitar. Parece simple, y lo es; pero no es fácil. Recuerde esta distinción, es importante. Se ha acostumbrado a pensar que la ansiedad es terrible y su cuerpo reacciona conforme a esa definición. Cuesta cierto tiempo acostumbrarse a pensar que la ansiedad, aunque muy incómoda, no es terrible. Y todavía pasa más tiempo antes de que el cuerpo reaccione conforme a esta nueva definición.
En tercer lugar, hace años se desarrollo un principio que resultó ser muy útil.
Lo denominamos «arduo pero no aplastante».
Con ello queremos decir que si creemos que una situación nos sobrepasa, quizás es mejor no enfrentarnos a ella todavía. Pero sería un error avanzar demasiado gradualmente y sólo hacer lo que podamos realizar cómodamente. Superar la ansiedad comporta tolerar cierto grado de incomodidad, por lo que es importante enfrentarse al sentimiento de incomodidad y no evitarlo. Para empezar, escogeremos una experiencia que consideremos ardua. Y si no tenemos éxito, pensaremos que es desagradable pero no terrible. Continuaremos aplicando el principio de arduo pero no aplastante. Escoja una situación que le resulte difícil de afrontar, hágalo y practique la actitud que resumimos en la frase «la angustia es una sensación muy desagradable, pero no es terrible». Si teme que le dé un ataque de pánico, recuerde que el pánico tiene una duración muy breve, aunque mientras dura parece interminable. Enfréntese a él con la misma actitud: «Si me coge un ataque de pánico, me ha cogido y ya está; será desagradable, pero no terrible.»
El control de la respiración como hemos dicho anteriormente es importante. Tenemos que aprender a controlar la respiración. Esto requiere muchísima práctica. La inspiración controlada implica que las inspiraciones son suaves, lentas, regulares y bastante superficiales (no profundas). Inhale por la nariz y exhale por la boca en ciclos regulares. Una frecuencia de doce ciclos por minuto suele ser la apropiada, pero cada uno debe encontrar su propio ritmo respiratorio. Estos ciclos regulan la cantidad de oxígeno que ingerimos, de forma que no aparezcan las sensaciones de vértigo, desmayo o mareo, ni las palpitaciones que conlleva el exceso de oxígeno.
La aplicación de estas actitudes antiangustia y de técnicas como la de la respiración controlada desgraciadamente requieren muchísima práctica, pero puede estar seguro de la progresiva mejora que usted sentirá. Creemos que si se siguen estas directrices es posible escapar del círculo vicioso de la angustia.
Independientemente del tipo de angustia que experimentemos, ya sea una «angustia social» íntimamente relacionada con un miedo escondido o evidente a cometer errores en público, a perder el amor de alguien, a no estar de acuerdo con los demás, o sea una «angustia de tipo inquietud» provocada por una necesidad de que la vida sea predecible y sin demasiadas dificultades, hemos de aceptar que somos nosotros mismos los que creamos la angustia con nuestros imperativos absolutos. Sigamos la pista de las principales generalizaciones imperativas que crean esa angustia innecesaria. Si a continuación analizamos lógicamente estas generalizaciones descubriremos de dónde surgen y a qué conclusiones nos llevan, invariablemente, veremos que no se basan en ninguna lógica, que impiden vivir felizmente o que no son prácticas a la hora de intentarlo y que conducen a conclusiones indeseables. Hacer este análisis con rigor nos ayudará a abandonarlas.
Creemos que la verdadera vida consiste en aprender y ello conlleva asumir riesgos, lo que no nos impide advertir que no es necesario hacer locuras. Se trata de proponerse objetivos que no estemos seguros de conseguir, buscar novedades que no estemos seguros de disfrutar, determinar mediante la experiencia lo que nos gusta y lo que nos disgusta y decidir qué queremos hacer con nuestra vida. No hay otros objetivos vitales que los que cada uno se marca.
Lo peor de casi cualquier «desastre» no es tanto lo terrible que sea en sí mismo sino la creencia exagerada en el horror que conlleva.
MEDITAR ES UNO DE LOS PASOS PARA LOGRAR SACAR NUESTRAS ANGUSTIAS Y MALOS PENSAMIENTOS…
Meditar es un estado de no-mente, es decir, un estado de consciencia pura sin contenido específico, en el que te conviertes en simple testigo del fluir de tus sensaciones corporales, de tus pensamientos, de tus emociones, sin identificarte con ninguno, sin perseguir ningún objetivo, ningún deseo.
Los procesos mentales generan dualidad, diferenciación, evaluación, concentración, todos ellos contrarios a lo que es meditación. Para meditar deja tu mente a un segundo plano, haciéndote liviano, indiferente y no identificado con tus pensamientos, siendo un simple testigo de los mismos. Y así como con los pensamientos, al meditar serás testigo de tus sensaciones corporales y de tus emociones.
Hay quienes creen que la meditación es concentración: nada más lejos de la realidad. En la concentración hay un sujeto que se concentra, ejerciendo un acto de voluntad, y un objeto sobre el cual se fija la atención, creando así una dualidad de consciencia, una separación, una demarcación de límites en la que ejerces un proceso mental que por referencia al pasado busca comparar y encontrar una conclusión. Todo esto se opone al estado meditativo.
Por ello la concentración crea cansancio, mientras que la meditación puede hacerse por tiempo indefinido sin agotamiento alguno, ya que la meditación no es un acto de voluntad, ni una actividad mental, sino una relajación consciente en la que no existe división o separación entre lo interno y lo externo, no estás buscando comparar nada ni persigues arribar a conclusiones de ningún tipo.
¿Qué es Meditación?
«Observar es meditación. Lo que observas es irrelevante… puedes observar los árboles, puedes observar el río, puedes observar las nubes, puedes observar a los niños jugando. El objeto no es el propósito, sino la calidad de tu observación, la cualidad de estar alerta y consciente. Eso es meditación. Cualquier cosa que hagas con presencia es meditación. La acción no es el asunto sino la calidad que le imprimes a tu acción. Caminar puede ser meditación si caminas alerta. Estar sentado puede ser meditación lo haces con presencia. Escuchar estas palabras puede ser meditación si las escuchas con consciencia. Simplemente escuchar el ruido interior de tu propia mente puede ser meditación, si permaneces alerta y observador. El meollo está en no proceder dormido y entonces todo lo que hagas será meditación.» -Osho.
La Clave de la Meditación
La clave y el espíritu esencial de la meditación están en aprender cómo presenciar, es decir, de convertirte en espectador de lo que ocurre en torno a ti, sin crear dualidad, sin crear separación, haciéndote uno con el todo. Y para presenciar es necesario primero permanecer centrado.
Al meditar aceptas tu lugar, tu momento, tu entorno presente, sin apegos, sin deseos, sin buscar, sin forzar, sin pensar en el pasado o en el futuro, sin repetir mantras mecánicamente, sin fijarte límites algunos. Al meditar no haces nada en particular sino que simplemente te dejas llevar y fluir con plena consciencia en tu experiencia del momento, sin interferir, sin discriminar, sin juzgar. Entiende que al meditar estás abriendo la puerta que abre tu expansión al amor, la libertad y la creatividad.
La meditación no está reñida con la acción, ni tienes que escapar de la vida para meditar. Todo lo contrario: tu vida continúa pero con mayor intensidad, con mayor alegría, con más creatividad, con mayor claridad y visión. La meditación te enseña una nueva forma de vida: estás armoniosamente centrado, distanciando del torbellino de acontecimientos externos a ti. Estás en el centro del ciclón, en un estado de éxtasis y realización.
«El éxtasis es nuestra propia naturaleza. No estar en éxtasis es simplemente innecesario. El estar en éxtasis es natural, espontáneo, no requiere de esfuerzo. Toma un gran esfuerzo el ser miserable… por eso es que luces tan cansado, porque la miseria es realmente un trabajo muy duro… para mantenerla es muy difícil porque estas haciendo algo contra la naturaleza. Estas yendo contra la corriente… eso es la miseria. ¿Y qué es la dicha? : es fluir con el río. Tanto es así, que la distinción entre el río y tú simplemente se pierde: Tú eres el río. ¿Cómo puede ser difícil el ir con el río? No necesitas nadar, simplemente flotas y el río te lleva al océano, porque el río va para el océano. La vida es un río: no la empujes y así no serás miserable.» -Osho.
Acerca de los Miedos propios
El miedo más grande del hombre está en conocerse a asi mismo. El cúmulo de condenaciones que a lo largo de tu vida has recibido de tus padres, de la escuela, de tus relaciones pasadas, de la sociedad, de tu religión, hace que desees esconderte de ti mismo, por tanta basura acumulada en tu interior.
Por eso evitas estar solo y tratas de llenarte de cosas externas, de innumerables pasatiempos y distracciones, o estás en el otro extremo ocupado con trabajos y carreras alocadas, de gente dispar, viviendo en angustia, impaciencia y apuros, haciéndote dependiente de tus seres y objetos queridos, viviendo dormido como drogado por todo lo externo a ti.
Esa manera de vida te lleva a no estar a solas contigo mismo en silencio. Y mientras más te alejas de tu propio centro, mientras más evades tu propia esencia, más te creas tensión, sufrimiento y miseria, cayendo en un círculo vicioso en el que crees que necesitas de más estímulos externos, que a su vez te irán alejando más de tu propia naturaleza interior.
No Pierdas Energía
«Da vida a las cosas que son hermosas… no des vida a cosas feas. No tienes tanto tiempo, tanta energía, para malgastar. Con tal corta vida y con tal pequeña energía de que dispones es sencillamente un estupidez el perderla en tristezas, en rabias, en odios, en celos… utilízala en amor, utilízala en algún acto creativo, utilízala en amistad, utilízala en meditación. Haz algo con ella que te lleve más alto, y mientras más alto alcances más fuentes estarán disponibles para ti. Y en el más alto punto de consciencia tú eres casi como un Dios. Esta en tus manos.» -Osho.
La meditación es la gran transformación, es el camino que te lleva desde el lugar donde ahora estás, al lugar a donde deberías estar, ese lugar que añoras desde en el fondo de tu ser, ese lugar donde mora la plena armonía y celebración contigo mismo y con la vida. La meditación te lleva a percatarte de tu propia perfección tal cual eres; a recordar y recuperar tu estado original de pureza cuando naciste, y que fuiste perdiendo a medida que fuiste entrenado y programado para ser un engranaje, un simple apéndice de la sociedad en la que creciste.