Esta experiencia la tuve con 30 años. Tal cual está en mi diario…así la comparto con mis hermanos.
De corazón…a corazón…
VIAJE AL HOGAR
Acabo de cumplir los treinta años, y paso las noches en casa de mi abuela. Hace unos meses que mi abuelo murió, y no quiero dejarla sola. Soy una mujer normal, sencilla, una incansable buscadora que se gana la vida, y disfrutando, cuidando a niños en una guardería. Ellos son maravillosos. Y mi vida cotidiana se alteró con la experiencia que os detallo a continuación. Es la madrugada del 15 de Junio. Esa noche me acosté tarde. Estaba intranquila y no sabía el motivo. Al final de quedé dormida. Pero un brote muy brusco de calor en la habitación me despertó. Encendí la luz de mi mesilla, miré el despertador y eran las tres y cuarto de la madrugada. No comprendí el calor tan intenso en mi habitación, cuando el resto de la casa estaba frío. El rostro, la cabeza y las manos me ardían. Me levanté y sin hacer ruido para no despertar a mi abuela, salí a la cocina. Tenía mucha sed y apuré un vaso de agua, y como no tenía sueño fui hacia el ventanal del salón que daba a la avenida y me quedé mirando el todavía cielo estrellado. A los pocos minutos dejé de oír los ruidos de la calle. Me sorprendí. Pensé que era a causa de algún problema auditivo. Comencé a sentir un sueño inusitado, repentino. Sentía que iba a perder la consciencia. Era un sopor tan fuerte que no podía ni mantenerme en pié. Como pude, y agarrándome a las paredes y a todo aquello que encontraba en mi recorrido hacia la cama, me tumbé, y allí comenzó todo. A mi izquierda, y delante de la mesilla, había un hombre vestido de blanco, con un uniforme parecido al de los celadores de los hospitales, pero de un blanco tan reluciente que sensibilizaba bastante los ojos. No era alto, quizás un poco más bajo que yo, y mido 1,70 pero su tórax, cuello y cabeza no me parecieron muy normales. Su pecho era de constitución atlética, muy desarrollado. Cuello grueso y pequeño. Cabeza grande en proporción con el tronco. Su piel ligeramente bronceada en un tono dorado precioso. Boca a penas tenía: pequeña, labios diminutos y metidos hacia dentro. Nariz ancha. Ojos grandes ovalados y ladeados hacia las sienes de color verde claro y muy transparente. Y su pelo… casi no se le veía. Me dio la impresión de que era un rubio casi blanco y lo llevaba muy cortado, al estilo militar. El me sonrió y me pidió una mano. Yo le extendí la mano derecha, pero él me indicó la izquierda, me cogió fuertemente de ella y sentí cómo mi cuerpo se elevaba por encima de la cama en horizontal. Y digo mi cuerpo, porque asustada por tal evento intenté asirme a algo, y lo único que pude arrastrar con mis manos unos segundos fueron las sábanas y la colcha. Al instante me vi en un túnel oscuro yendo a una velocidad supersónica, pues casi no podía respirar, y mi cuerpo me dolía mucho. Cuando llevaba un buen rato así, recordé que esa experiencia la tenía aquéllos que habían muerto o se estaban muriendo, y me quedé perpleja. Y me paré. No podía avanzar, pero tampoco retroceder. Entonces me acordé de un Ser muy querido para mí y me tranquilicé, y exclamé con mi voz de siempre, aunque el eco la amplió mucho más: ¡Si es cosa tuya… adelante! Y de nuevo volví a la acelerada carrera. No sé cuanto tiempo estuve así, pero se me hizo eterno. Comencé a vislumbrar un foco de Luz a lo lejos, y éste se iba haciendo cada vez más grande. Llegó el momento en el que fui tragada por aquélla luminosidad y cuando alcancé el otro lado, me vi en el interior de una gruta, toda ella iluminada con una luz azulona que desprendía la roca. Frente a mí había una puerta de madera, más estrecha y no muy alta. La abrí y me encontré ante un paraje bastante extraño si lo comparaba con lo que había dejado atrás, pero que me resultaba muy familiar. Al otro lado de la puerta había cuatro escalones de piedra, y los bajé con cuidado, pues brillaban mucho y me daba la sensación de que estaban mojados. Después bajé una gran pendiente y seguí caminando lentamente, tanteando el terreno, y siempre hacia abajo. Llegué a una pequeña ciudad, donde había mucha gente por las calles hablando entre sí, sonrientes, alegres, todos vestidos de blanco. Había niños, ancianos, parejas, familias enteras… pero nadie estaba solo. Me sorprendí mucho al ver que todos me conocían y me saludaban y me llamaban Raquel. Intentaba con toda mi alma recordar algo de aquél lugar, pero cuando estaba a punto de atrapar algo en mi memoria, siempre salía al paso algo que distraía mi atención. Enseguida alcancé la plaza. En el centro había una gran fuente. Cuando estaba al borde la misma, del surtido comenzó a brotar agua. Era un gran chorro, que alcanzando una elevada altura caía después en forma de cascada. El agua era azul, y a la vez que danzaba en el aire, producía una sinfonía maravillosa. La gente que anteriormente había visto por las calles fue acercándose a la plaza. Venían danzando entre ellos. Uno tras otro, todos quisieron bailar conmigo. Terminé mareada de tantas vueltas, pero me sentía muy feliz. El agua seguía saliendo de la fuente, pero su música cesó, y todos fueron hacia un gran mirador. Yo les seguí y me invitaron a permanecer en primera fila. Para ellos yo era la invitada. Todos tenían en sus rostros una mueca de espera feliz. Esperaban que sucediera algo. Empezó a temblar el suelo, como si se tratara de un terremoto, y el horizonte comenzó a iluminarse con una luz anaranjada. Aquélla tonalidad se fue acentuando hasta convertirse en rojo, y al final estaban el naranja, el rojo y un dorado hermosísimo. Volvió a temblar el suelo, y fue cuando empezó a asomar un gran sol. Lo hacia lentamente, con majestuosidad, y alcanzó unas proporciones tan enormes que ya no había horizonte. Solo estaba EL. Lo curioso es que su luz no quemaba ni molestaba como el que conocemos. Tampoco deslumbraba, pues podía mirarlo directamente. Daba calor, era quietud, silencio, pero también música… no sabría cómo definirlo. En mi corazón sentía una felicidad inmensa. Estaba en presencia del Amor más puro. Me sentí parte de él, parte de toda aquélla gente. Sin embargo yo seguía buscando entre aquélla gente un rostro, y entre ellos no estaba al que yo amaba. Y me entristecí, y me sentí mal… ¡Cómo podía sentir tristeza en un lugar como aquél! Pero así era… Todos estaban emparejados, pero yo permanecía sola. Pensé, pero con tanta fuerza , que sin pronunciar una palabra mi pensamiento fue oído por todos: ¡Sí, he llegado hasta aquí…,pero sigo estando sola!. Y unas lágrimas brotaron por mis ojos, y también me hicieron sentir mal, pues todos allí eran felices. Todos me miraban y empezaron a sonreír, y es que veían algo a mis espaldas. Y al intentar volverme hacia atrás, sentí unos brazos cálidos y fuertes que me abrazaban por los hombros, y una voz dulce y armoniosa que me decía: ¡Ya no estás sola, yo estaré contigo para siempre! Me volví para ver de quién se trataba, y con gran sorpresa vi que eran aquéllos ojos azules como el cielo que me seguían siempre. Supe que era él… pero sin embargo había algo que… -«Si sabes quien soy… ¿por qué tu corazón se ha sorprendido? «-Sí, sé quien eres… pero no sé como llamarte, no sé tu nombre. -«Dime, Raquel, ¿qué nombre me pone tu corazón?». -¡AMOR!, ese es el nombre por el que mi corazón te reconoce. -«Es que es ese mi verdadero nombre». -¿Por qué me has traído hasta aquí, Amor? -«Esta es tu casa, has regresado a tu hogar, estás con tus hermanos, ¿es que has venido a quedarte?.» -¿Dónde está él? -«Todavía tus ojos están a medio abrir…,soy YO, Raquel, ¿no me reconoces?» -Sí, sé que eres AQUEL que siempre asomaba a través de su mirada y su corazón, eres el AMOR a quien entregó su vida, eres los ojos azules que me han seguido allí donde iba, los brazos que siempre me han protegido, eres el fuego que arde en mi corazón, y eres mi vida, pero también le amo a El. -¡»El está ya en mí, Raquel!» -Su corazón y su amor sí, sí que están en Ti, como lo están los míos, pero él sigue caminando por la Tierra, sigue amando, trabajando, y yo quiero estar a su lado. Sé que él, yo y todos somos una proyección tuya, y precisamente a esa «proyección tan tuya que tanto he amado siempre», a esa alma maravillosa y soñadora, la adoro con todo mi corazón. Pero no sólo le amo a él, amo a su sueño, que es el tuyo: hacer de la tierra, de su humanidad, una nueva Casa Madre, tan hermosa y divina como ésta. Transformar al planeta Tierra en un nuevo Sol. Hacer que todos los hermanos que abandonaron un día esta Casa, recuerden quienes son y pueden volver a Ti como lo he hecho yo. Hay demasiadas casas vacías en esta ciudad. Yo no quiero quedarme aquí, cuando un pedazo tan enorme de tu Corazón está allí. No podría ser feliz. Le amo, les amo. Sé que muchos hermanos han abandonado este Hogar para ayudar a la humanidad, y quiero estar con ellos. Muchos de ellos no recuerdan su origen, por ello te pido, AMOR, que me permitas recordar, y así poder avivar sus consciencias. Jamás me habían dicho que Dios, el Padre, el AMOR, tenía la capacidad de llorar, pero yo le vi. De sus ojos azules brotaban lágrimas llenas de luz. Sus manos se abrieron hacia mí y sus brazos me rodearon. En aquél momento dejé de existir, me fundí con EL. Yo era EL. Cuando me solté de sus brazos, sentí en todo mí Ser un fuerte desgarro. -Vuelvo al mundo, AMOR, acepto las limitaciones de la materia y las abrazo. No sé cuando podremos volver todos de nuevo, pero lo que sí te pido es que no permitas que te olvidemos nunca. Me alejo de Ti renuncio a vivir en tu Hogar, pero porque te amo. Sé que Tu lo sabes, y quisiera llevarme la llave de Casa en mi corazón. No recuerdo nada más. Cuando a la mañana siguiente desperté, estaba sobre la cama. Las sábanas y el almohadón y la colcha por los suelos. Mi cuerpo me dolía a morir, y sentí que tenía fiebre, como así fue. El termómetro marcaba 39 grados. Pero salí a la calle. Mi estado emocional era tan maravilloso y había tanta paz y plenitud en mi corazón, que a pesar de la mala gana puede desempeñar sin problemas mis obligaciones. Abandoné su Casa, pero sé que EL vino conmigo. Fui sola hasta allí, pero regresamos Dos.