El estado de conciencia

18 septiembre 2009
De la misma manera que una persona en su sueño no puede apreciar el «estado de vigilia», una persona corriente no puede darse cuenta lo que representa «estar conciente».

La vida ordinaria del hombre transcurre en el sueño de su propio estado de conciencia.
El Hombre mientras duerme no puede llevar una vida corriente, tiene que salir del sueño. Para que eso ocurra, cuenta con su instinto que le permite después que el sueño ha cumplido su objetivo, salir de él por su propia necesidad de vivir. En ese momento se «despierta» o entra en el estado de «vigilia».

No sucede lo mismo en el paso de «estado de vigilia» a «estado conciente».

Si bien el hombre tiene en su estado de vigilia momentos o ráfagas de «intuición», rara vez esos estados son tan fuertes para que la persona despierte a ese «estado de conciencia».

Nada en la vida cotidiana lo lleva a ese nuevo despertar. Y cree que no le es necesario y toda la actividad corriente puede ser llevada a cabo sin alcanzar otro estado que el de «vigilia».

Muy pocos consideran necesario trabajar por alcanzar un «estado de conciencia», todas las ideas que tiene, su educación y los demás condicionamientos se oponen a ello.
Sumergido en su vida corriente y por las demandas incesantes que este tipo de vida le obliga a responder, le impide ver la «necesidad» de satisfacer esa demanda interior. Al tener las mismas sensaciones físicas, al oírse siempre llamado por el mismo nombre, al encontrar conocido sus propios hábitos e inclinaciones que ha conocido, el hombre se imagina ser el mismo.

El hombre corriente se encuentra satisfecho con el estado de vigilia.

Cree que las insuficiencias y su eventual malestar provienen solamente de imperfecciones externas, y de la eliminación de ciertos defectos propios y de la gente que lo rodea.

Es necesario emprender un trabajo para poder alcanzar ese «estado de conciencia» que ya esta seguro de poseer. Por esta razón el hombre es llevado a vivir una vida de olvido. Su vida está llena de incidentes y contradicciones. No recuerda sus decisiones, ni la palabra que se dio a si mismo, y menos la que dio a los demás.

No recuerda lo que experimentó algunas horas atrás, inicia algo nuevo y al poco tiempo se aburre, a veces se olvida de por qué lo había emprendido.
Su interés cambia y se desplaza sin cesar, olvida como había pensado, como habló.

De esta manera sus teorías, opiniones, comportamientos cambian sin cesar. No conoce la estabilidad real. Frecuenta una estabilidad artificial creada con la ayuda de algunas asociaciones educadas en él, hábitos establecidos y condicionamientos en función de concepciones mentales, creadas por el medio ambiente tales como el honor, honestidad, deber, la ley, pero que no tiene relación, salvo por accidente, con su verdadera honestidad, con su verdadero honor, sólo alcanzables si se hubiera alcanzado el estado de conciencia.
Esto explica quizás el comportamiento del hombre hacia si mismo y hacia los que lo rodean.

En este accionar el hombre se olvida de si mismo y se pierde en todos sus problemas. Su atención es secuestrada por cada uno de ellos y se olvida completamente lo que en ese momento se proponía. Por un instante pone toda su atención en eso, sólo en eso, hasta que pase otra cosa que tome su atención y cambie su interés. En ese momento se ocupa de esa otra cosa y lo anterior es descartado o cae en el olvido. El hombre, así vive identificado con algún tema.

La atención que dispone es débil, no le permite mantener más que una sola cosa a la vez en su campo de visión. Algunas veces es atraída por las percepciones de lo que ocurre en el exterior, dando comienzo así a una continua interpretación de lo que sucede. Otras veces es tomada por alguna emoción interna que lo captura. Otras veces se enfoca a alguna percepción de lo real.

No sabe jamás con claridad en cual de estos tres terrenos se encuentra, quitándole así toda posibilidad de verse y observarse a si mismo.

La faz interpretativa y la imaginativa son superpuestas sin cesar sobre las percepciones reales por su intensa actividad psíquica mental. Se elaboran continuamente juntas, conjeturas y suposiciones, se interfieren con las percepciones de datos viejos y con las circunstancias reales actuales.

En particular sustituye o identifica todo el tiempo lo real y lo interpretativo y mental y se sirve indiferentemente de uno u de otro según le parezca más oportuno.
La sociedad, las circunstancias y hasta las condiciones atmosféricas le puede parecer una agresión personal si no son de su agrado. Generalmente todo el mundo está equivocado, el clima esta equivocado, sólo él tiene razón.

En ésta confusión el hombre se justifica a si mismo y deja de percibir éstas insuficiencias propias. Finalmente las encuentra normales y deja de sufrir por ello.


La Inmaculada Concepcion Planetaria

25 agosto 2009

La Inmaculada Concepción Planetaria
El Sol en Virgo

Aunque el Equinoccio de Otoño marca el comienzo de la Estación de ese nombre en nuestros calendarios, las fuerzas espirituales que se agrupan en éste, no pueden ser arbitrariamente confinadas. La influencia espiritual del Equinoccio de Otoño comienza a

sentirse muchas semanas antes de que el Sol cruce propiamente el Ecuador celestial en su viaje hacia el Sur.

A mediados de agosto, cuando la Iglesia celebra la Fiesta de la Asunción de la Virgen, la primera insinuación de la proximidad de la época santa se percibe por los sentidos místicos. Por unos pocos días, durante el mes de verano, parece haber una isla de paz otoñal, luego ésta es una vez más arrollada por el letargo del verano antes de que el Sol toque el signo de Virgo.

Cuando el sol entra en el signo de la Virgen, la gran ola descendente de la Luz de Cristo hace contacto con las partes superiores de la atmósfera terrestre y una Inmaculada

Concepción tiene lugar en la Tierra mientras se prepara a recibir Su Bien Amado en Su regreso desde las mansiones de Su Padre en el Sol. Los místicos y sensitivos comienzan entonces a ser conscientes de una ternura incubándose en el envoltorio psíquico de la Tierra, como si el espacio interplanetario resonara con las voces de Ángeles cantando el Himno de la Anunciación. Las Huestes de Virgo cantan al sublime Amor expresado en el gran sacrificio que va a tener lugar; entonces es como si la Tierra fuera un Santo Grial Cósmico, rodeado por Ángeles y en espera de ser llenado con el Glorioso Influjo de la renovada Fuerza Crística.

Durante esta estación nuestro planeta asimila su año de experiencia y espera en suspenso mientras la Virgen Madre de los Cielos destila su esencia de Vida Cósmica simbolizada por las gavillas de trigo que sostiene entre sus manos.

Es muy significativo que cuando la constelación de Virgo se eleva en el Este, sus estrellas principales delinean un cáliz o copa, lo cual es bastante diferente de la apariencia imaginaria que usualmente es dibujada en los mapas celestes para representarlo. Aquí tenemos una razón astronómica para la asociación de Virgo con los Misterios del Santo Grial. El Grial es uno de los atributos del Arcángel Raphael, quien es el «embajador» del planeta Mercurio, que rige a Virgo astrológicamente y está reconocido universalmente como un símbolo de la oración y la curación mediante ésta.

Los clarividentes siempre han sabido que durante una oración intensa, el aura de un individuo o grupo de personas orando, forma como una copa o manga que se eleva dentro de la atmósfera psíquica y literalmente hace descender la divina fuerza procedente

del padre. De igual modo, la oración de un alma virgen y devota hace descender de los cielos Egos avanzados que están en espera de la encarnación. Con la ayuda de los Ángeles servidores, estos entran en el aura de ella y así descienden del cielo para el nacimiento. Estos son los Salvadores del Mundo que nacen en cada época. Después de pasar por Virgo, el Sol toca las fronteras del signo de Libra y la Luz de Cristo entonces choca con la superficie de la Tierra. El Rayo Dorado de Cristo se mezcla con el amarillo básico del Equinoccio de Otoño y toda la atmósfera parece reverberar con la vibración solar, mientras las Huestes de Libra se

unen con los bellos aleluyas de los Señores de Virgo, envolviendo el globo que va girando entre torrentes de Vida y de Luz.

El cristiano místico observa esta gran afluencia con profunda reverencia. Para él, ésta es la verdadera crucifixión, pues el Cristo entonces está tomando sobre Sí, una vez más, la carga de sustentar y armonizar nuestro discordante planeta. Según su Vida fluye

dentro del globo, la envoltura etérica de éste es bañada por una dorada luminiscencia y parece beber sediento en las corrientes de fuerza que descienden del Sol otoñal. Entonces, en las latitudes donde la vida de las plantas se retira para un período de sueño, en ese momento las energías de vida de las plantas se vuelven hacia abajo, dentro de la tierra, entrando en la raíz, el bulbo y la semilla; los que guardan esta Energía Cósmica hasta que de nuevo comienza el ciclo de crecimiento en la primavera. El Cristo ha hecho este trabajo siempre sobre la esfera, al igual que lo hace con los demás planetas de nuestro Sistema Solar. Pero, desde el acontecimiento del Gólgota, se ha establecido una diferencia. Ahora El desciende de un modo especial hasta el Corazón del Globo Terrestre, para gobernar a la humanidad desde dentro: desde dentro del globo y desde el interior del corazón del propio hombre. Antes del Gólgota El aún no había penetrado hasta el Centro. Su influencia venía desde fuera, canalizada por Jehovah mediante ciertos Arcángeles que eran sus embajadores; gobernando la evolución humana como Espíritus de Raza o como Deidades tribales y tutelares. La Luz reflejada desde diversos Arcángeles era en verdad la Luz de Cristo, pero llegaba al hombre indirectamente, como religiones de raza.

Si no fuera por la Inmaculada Concepción Planetaria que ocurre anualmente, trayéndonos de nuevo al Cristo Cósmico, no habría proceso evolutivo sobre la Tierra. Es a causa de este fluir del Cristo que la evolución continúa. Esto hizo que se retiraran los Señores

del Karma, que habían visto la necesidad de suspender su influencia refrenadora para permitir que la humanidad se destruyera a sí misma, como muchas personas parecen aún creen en nuestros tiempos que puede suceder. Es este poder de Cristo, trabajando desde dentro, el que impide a la humanidad su propia destrucción y está ahora derrumbando las barreras de la

ignorancia que han retenido a la humanidad separada del gran universo exterior.