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6 octubre 2008

CAPITULO XIV
LOS MOTIVOS DEL ATAQUE PSÍQUICO. II
Disputas con fraternidades ocultas.— Poderes de la cláusula de castigo en los juramentos de iniciación.— Incidente en una ceremonia de iniciación.— El adepto que desafió a su Orden.— El ataque del gato.— Una escaramuza astral.— El caso de Iona de nuevo.
Es una cuestión de conocimiento general entre los ocultistas que no es una cosa agradable el meterse en dificultades con una fraternidad oculta de la que uno ha sido hecho miembro por medio de una iniciación ceremonial y a la que uno está ligado por juramentos. Como ya hemos visto, la mente maligna de un ocultista entrenado es un arma asquerosa; cuánto más no lo será la mente grupal formada por un número de mentes entrenadas, especialmente si se concentra por medio del ritual.
Pero además de la fuerza mental individual de los miembros de una fraternidad, y de la fuerza colectiva de su mente grupal, hay otro factor a ser reconocido cuando está concernida una organización oculta en operaciones tanto de protección como de destrucción. Toda organización oculta depende para su poder de iniciar de lo que se llaman sus «contactos», es decir, de que uno o más de sus líderes estén psíquicamente en contacto con ciertas fuerzas. Si, además de esto, la organización tiene detrás una larga línea de tradición, una colección muy potente de formas de pensamiento estarán construidas en su atmósfera. Toda ceremonia de iniciación contiene en una u otra forma el Juramento de los Misterios, que obliga al candidato a no revelar los secretos de los Misterios, y a no abusar del conocimiento que le confieren. Este juramento contiene siempre una Cláusula de Castigo y una Invocación por la que el candidato se somete a un castigo en el caso de una transgresión de la fe, y llama a algún Ser para exigir el castigo. Algunos de estos juramentos son asuntos sumamente formidables, y son administrados con toda la circunstancia de solemnidad que la dirección de escena pueda diseñar. El modo en que las fraternidades ocultas han tenido éxito en preservar sus secretos muestra cuan raramente han sido rotos estos juramentos.
En el caso de una disputa con una fraternidad oculta, la fuerza invocada en este juramento puede entrar en acción automáticamente. Si el hermano recalcitrante está en el espíritu de la tradición y son los jefes los que están en falta, el poder invocado en el juramento será una potente influencia protectora con la que los jefes mismos colisionarán. Si, por otra parte, él rompe su fe con los Misterios, esta corriente punitiva vengadora entrará en acción aunque su defección pueda pasar desapercibida. Fui informada por un testigo presencial de un incidente que tuvo lugar en una iniciación, en la que el candidato, un hombre normal en todo modo a todas las apariencias, después de tomar el juramento en la manera usual, chilló de repente de modo sumamente terrible, alarmando a todo el mundo, y estuvo enfermo por algunas semanas como por una severa conmoción nerviosa, y no tuvo que ver nunca más con el ocultismo. Nunca se dio una explicación del incidente. Yo misma estuve presente en una ocasión en que estaba «haciéndose» una hornada de tres candidatos, y se notó de repente en el curso de la ceremonia que el número de los candidatos había sido reducido a dos. La investigación elucidó el hecho de que el tercero había cogido miedo y huyó.
Lo que sucedió en estos dos casos, no lo sé; si había habido una transgresión de la buena fe, o si se intentaba una, nadie puede decirlo; pero algo puso el miedo del Señor en estos dos individuos bien efectivamente. Que tal conmoción no es inherente a la ceremonia se prueba por el hecho de que éstos son los dos únicos casos en mi experiencia, y he visto un número muy grande de ceremonias. Personalmente, cuando tomé mi propia iniciación me sentí como si hubiera llegado a puerto después de un tormentoso viaje.
Otro hombre que me era íntimamente conocido como un ocultista avanzado fue echado de la Orden a la que pertenecía; por qué, no lo sé, pero por lo que vi de él imagino que habría numerosas razones. En desafío a su juramento de iniciación comenzó a trabajar una logia independiente. Se le advirtió que desistiera, y lo hizo, desmantelando su templo. Pero comenzó inmediatamente a reunir otro templo en un lugar cuidadosamente escondido; y esta vez fue más ambicioso, pues hizo un rápido intento de los Misterios Mayores. El era un artesano extremadamente hábil e hizo todo el equipamiento del templo con sus propias manos de modo que nadie supiera qué es lo que se preparaba. Escondido detrás de unas cortinas de encaje de Nottingham en una calle birriosa del Oeste de Londres había un bello pequeño templo de los Misterios Mayores. Completó este trabajo después de algunos meses de arduo esfuerzo, no sabiendo nadie de él salvo aquellos en su confianza inmediata. Pero antes de comenzar con el trabajo ritual real se fue a unas cortas vacaciones junto al mar, y allí le dio un ataque cardíaco mientras estaba sentado en ia playa y murió a las cuatro horas. Los secretos de la Orden no fueron traicionados.
Otro hombre que había tenido una disputa con la misma Orden famosa, imprimió y publicó sus secretos como un acto de venganza. Era un hombre de buena posición social, considerable riqueza y brillantes capacidades literarias, haciéndose ya un nombre para sí mismo como escritor. Desde ese momento empezó a ir cuesta abajo, y llegó a la pobreza y la desgracia. La maldición de Ahasuero parecía estar sobre él, y fue perseguido de país en país, sin encontrar lugar de residencia. Ningún editor quería publicar sus libros, ningún periódico quería revisarlos.
Permítaseme contar finalmente mis propias experiencias de una escaramuza astral. Escribí una serie de artículos sobre los abusos prevalecientes en fraternidades ocultas, y éstos fueron publicados en la Revista Oculta (reimpresos en Ocultismo Sano). Mi escritura es mayormente inspirativa, «viniendo» una gran cantidad de la que no tengo conocimiento previo, y en este caso particular atiné evidentemente a muchísimo más de lo que sabía, y me metí en serios problemas. Mi primer aviso de ello fue una sensación de desasosiego y malestar. A continuación vino una impresión de como si las barreras entre el Visible y el Invisible estuvieran llenas de grietas y anduve teniendo vislumbres del Astral que se mezclaban con mi conciencia despierta. Esto, para mí, es desacostumbrado, pues no soy naturalmente psíquica, y en la técnica en la que fui entrenada se nos enseña a mantener los diferentes niveles de conciencia estrictamente separados y a usar un método específico para abrir y cerrar las puertas. En consecuencia uno rara vez consigue psiquismo espontáneo. La visión de uno se parece al uso de un microscopio en el que examina material preparado.
La sensación general de malestar vago maduró gradualmente a una sensación definida de amenaza y antagonismo, y pronto empecé a ver caras demoníacas en relámpagos, recordando a esas imágenes pictóricas a las que los psicólogos llaman por el desagradable nombre de hipnagógicas, relámpagos de sueño que aparecían sobre el umbral del dormir. No sospechaba de ningún individuo particular, aunque realizaba que mis artículos habían probablemente inquietado a alguien bastante a fondo; cuál no fue mi sorpresa, entonces, al recibir de una persona a quien consideraba como una amiga y por la que tenía el más grande respeto, una carta que no me dejó duda alguna respecto al origen del ataque y lo que podría esperar si se publicaba algún artículo más. Puedo decir honestamente que hasta que recibí esta carta no tenía la más ligera sospecha de que esta persona estaba implicada en los escándalos que estaba atacando.
Yo estaba en una posición algo difícil; había hecho estallar una carga de metralla sobre principios generales, y había aparentemente «enzurronado» a un número de mis amigos y asociados y había alborotado el palomar en general. Mi posición estaba más bien complicada por el hecho de que yo no sabía tanto como ellos aparentemente sospechaban que sabía; sabía, desde luego, que estos abusos existían esporádicamente alrededor del área oculta como lo sabe cualquiera en el movimiento; pero conocer en este modo vago es una cosa, y poner el dedo de uno sobre casos específicos es otra. Me había equivocado evidentemente en algo mucho más considerable de lo que había pactado. Me sentía como el menor que, pescando pececillos, ha cogido un lucio. Tenía que decidir si debía intentar recuperar mis artículos de la Revista Oculta, o si les debía dejar correr su curso natural y aceptar las consecuencias. Yo había tenido un impulso muy fuerte por escribir esos artículos, y ahora comenzaba a ver por qué lo había tenido. Tendré algo que decir en otro capítulo concerniente a los Vigilantes, esa curiosa sección de la Jerarquía Oculta que está concernida con el bienestar de las naciones. Una cierta sección de su trabajo está concernida aparentemente con la labor de policía del Plano Astral. Muy poco se conoce realmente sobre ellos. Uno se cruza con su trabajo esporádicamente y junta los pedacitos. Yo había cruzado su huella en varias ocasiones, como contaré más tarde. Cuandoquiera que hay magia negra a la vista, se ponen a trabajar para frustrar sus propósitos. Sea como fuere, llegué a la conclusión de que, a la vista de lo que había transpirado ahora, el impulso que yo había tenido de acometer este trabajo podría haber emanado de los Vigilantes. En cualquier caso, el trabajo obviamente necesitaba hacerse. Alguien tenía que luchar con estos puntos de plaga si ellos tenían que ser aclarados, así que determiné perseverar y ver hasta dónde llegaba la cosa, y por tanto dejé a los artículos en cuestión que corrieran su curso.
Muy pronto empezaron a suceder algunas cosas curiosas. Nos volvimos sumamente afligidos de modo desesperado con gatos negros. No eran gatos alucinatorios, pues nuestros vecinos compartían la aflicción, e intercambiamos conmiseraciones con el celador de la puerta siguiente que estaba atareado en empujar montones de gatos negros fuera del escalón de la puerta y el poyete de la ventana con una escoba, y declaró que no había visto nunca en su vida tantos, o tan temibles especímenes. La casa entera estaba llena con el horrible tufo de los brutos. Dos miembros de nuestra comunidad iban en ese tiempo al trabajo todos los días, y en sus oficinas, en partes diferentes de Londres, encontraron el mismo olor penetrante del gato macho.
Al principio atribuimos esta persecución a causas naturales, y concluimos que éramos vecinos cércanos de alguna fascinante hembra felina pero se sucedieron unos incidentes que nos hicieron pensar que las cosas no estaban del todo en el curso ordinario de la naturaleza. Estábamos acercándonos al Equinoccio Vernal, que es siempre un tiempo difícil para los ocultistas; había una sensación de tirantez y tensión en la atmósfera, y estábamos todos sintiéndonos decididamente inquietos. Subiendo las escaleras después del desayuno una mañana, vi de repente, bajando las escaleras hacia mí, un gigantesco gato romano, del doble tamaño de un tigre. Parecía absolutamente sólido y tangible. Lo miré petrificada por un segundo, y entonces se desvaneció. Instantáneamente realice que era un simulacro, o forma de pensamiento que estaba siendo proyectada por alguien con poderes ocultos. La realización no era demasiado confortadora, pero era mejor que un verdadero tigre. Sintiéndome decididamente desazonada, pedí a uno de mi casa que se me uniera, y conforme nos sentábamos en mi cuarto a meditar oímos el grito de un gato desde afuera. Fue respondido por otro, y otro. Miramos afuera de la ventana y la calle, hasta donde nos alcanzaba la vista, estaba moteada con gatos negros y estaban gimiendo y maullando a plena luz del día como lo hacen en los tejados por la noche.
Me levanté, reuní mis útiles, e hice un exorcismo aquí y allá. Al final miramos afuera de la ventana de nuevo. No había ni un gato a la vista, y nunca los vimos de nuevo. La visita había terminado. Sólo nuestra población normal de cazadores de ratones permanecía con nosotros.
El Equinoccio Vernal estaba ahora encima de nosotros. Debo explicar que ésta es la estación más importante del año para los ocultistas. Grandes mareas de poder fluyen en los Planos Internos, y éstas son muy difíciles de manejar. Si va a haber problemas astrales, usualmente se desencadenan en tormentas en esta estación. Hay también ciertos encuentros que tienen lugar en el Plano Astral, y muchos ocultistas asisten a ellos fuera del cuerpo. A fin de hacer esto, uno tiene que arrojarse en trance y entonces la mente está libre para viajar. Es usual tener a alguien que entienda de estos métodos de trabajo para vigilar junto al cuerpo mientras está vacío, para cuidar de que no le ocurra daño alguno.
En el modo ordinario, cuando está a la vista un ataque oculto, uno se agarra a la conciencia despierta a toda costa, durmiendo de día y manteniéndose despierto y meditando mientras el sol está por debajo del horizonte. Como lo hubiera querido la mala fortuna, sin embargo, fui obligada a hacer uno de estos viajes astrales en esta estación. Mi atacante sabía esto tan bien como yo. Hice por tanto mis preparativos con todas las precauciones en las que pude pensar; reuní un grupo cuidadosamente escogido para formar el círculo de vigilancia, y sellé el lugar de la operación con el ceremonial usual. No tenía mucha fe en esta operación bajo las circunstancias, pues mi atacante era de un grado mucho más elevado que yo, y podría pasar a través de cualesquiera sellos que yo pudiera establecer. Sin embargo, proporcionaba protección contra molestias menores.
El método de hacer estos viajes astrales es altamente técnico, y no puedo entrar aquí en él. En el lenguaje de la psicología, es autohipnosis por medio de un símbolo. El símbolo actúa como una puerta hacia el Invisible. De acuerdo con el símbolo escogido será la sección del Invisible hacia la que se obtiene acceso. El iniciado entrenado, por lo tanto, no vaga por el astral como un fantasma inquieto, sino que va y viene por corredores bien conocidos.
La tarea de mi enemiga no era por tanto difícil; pues ella sabía el momento en que debía hacer este viaje y el símbolo que debía usar a fin de salir del cuerpo. Yo estaba por lo tanto preparada para la oposición aunque no sabía qué forma tomaría.
Estos viajes astrales son realmente sueños lúcidos en los que uno retiene todas sus facultades de elección, poder de la voluntad y juicio. El mío siempre comienza con una cortina del color simbólico a través de cuyos pliegues paso. Recién había pasado la cortina en esta ocasión cuando vi a mi enemiga esperándome, o, si se prefiere otra terminología, empecé a soñar sobre ella. Ella se me apareció en la vestimenta completa de su grado, que era muy magnífica, y obstruyó mi camino, diciéndome que en virtud de su autoridad me prohibía hacer uso de estos senderos astrales porque ella estaba ofendida personalmente, y que apelaba a los Jefes Internos, ante los que tanto ella como yo éramos responsables. Entonces surgió una batalla de voluntades durante la cual experimenté la sensación de ser llevada en remolino a través del aire y caer desde una gran altura, y me encontré de vuelta en el cuerpo. Pero mi cuerpo no estaba donde lo había dejado, sino en un montón en el rincón más lejano de la habitación, que parecía como si hubiese sido bombardeado. Por medio del bien conocido fenómeno de la repercusión la lucha astral se había comunicado aparentemente al cuerpo, que había ido dando saltos mortales alrededor de la habitación mientras un grupo agitado rescataba el mobiliario a su paso.
Yo estaba algo conmocionada por esta experiencia, que no había sido agradable. Reconocía que había llevado la peor parte y había sido rechazada efectivamente de los senderos astrales; pero realicé también que si aceptaba esta derrota mi carrera oculta había llegado a un fin. Igual que un niño que ha sido arrojado por su pony debe subir inmediatamente y remontarlo si es que ha de volver a montar alguna vez, así yo sabía que a toda costa debía hacer el viaje astral si es que había de retener mis poderes. Así que le dije a mi grupo que se reuniera y volviera a formar el círculo porque teníamos que hacer otro intento; invoqué a los Jefes Internos, y salí afuera una vez más. Esta vez hubo una corta y aguda lucha, y pasé. Tuve la Visión de los Jefes Internos, y retorné. La lucha había concluido. No he tenido nunca ningún problema desde entonces.
Pero cuando me quité mis ropas para irme a la cama mi espalda se sentía muy magullada, y tomando un espejo de mano la examiné en él, y encontré que desde la nuca hasta la cintura estaba señalada con arañazos como si hubiese clavado las garras un gigantesco gato.
Les conté esta historia a algunos amigos míos, ocultistas experimentados, que en un tiempo habían estado estrechamente asociados con la persona con quien había tenido este problema, y me contaron que ella era bien conocida por estos ataques astrales, y que una amiga de ellos después de una riña con ella había tenido una experiencia exactamente similar, y también había sido cubierta de huellas de garras. En su caso, sin embargo, había estado enferma por seis meses y nunca había tocado de nuevo el ocultismo.
Hay un epílogo curioso a esta historia, que puede o no tener una incidencia sobre ella. Ya he contado la historia de la misteriosa muerte que tuvo lugar en Iona. Cómo el cuerpo de la desafortunada muchacha fue encontrado yaciendo desnudo sobre una cruz cortada sobre el césped. No pudo encontrarse una causa de la muerte, y el veredicto fue que murió de exposición. Pero, si ella se perdió ¿cómo es qué vino a tumbarse para morir en esta manera ritual, en vez de vagar? ¿Por qué se había quitado todas sus ropas antes de dejar su casa, cubriéndose sólo con una capa negra? y ¿por qué llevó consigo el gran cuchillo con el que cortó la cruz en el césped? No sé de su historia posterior, pues la había perdido de vista durante los últimos dos o tres años de su vida, pero en el tiempo en que la conocí ella estaba asociada con la mujer a la que me he referido. Las únicas señales encontradas sobre su cuerpo muerto fueron arañazos.