El sexto Principio metafísico es uno de los más difundidos y dice textualmente: «Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que
se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad pero nada
escapa a la Ley»
Absolutamente todo lo que estamos viviendo en el presente ha sido generado en
algún momento, lo hemos creado ya sea consciente o inconscientemente en esta o
en otra vida. Cuando decimos que algo nos sucede «por casualidad»,
sólo estamos refiriéndonos a una ley que desconocemos, pero en realidad era un
evento que nos tocaba vivir porque lo habíamos generado de alguna manera.
Es agradable pensar que todo lo bueno que nos ocurre es el producto de nuestras
buenas acciones; pero por el contrario, nos cuesta aceptar que las situaciones
negativas que se nos presentan también las hemos creado. Se nos hace difícil
llegar a entender ¿por qué y cuándo generamos lo negativo? Este principio nos
da la respuesta al explicarnos que son muchos los planos de causación; algunos
de ellos provienen desde muy atrás en el tiempo y están dormidos en la memoria,
son eventos que pudieron darse tanto en la infancia como en vidas anteriores.
Además, genéticamente recibimos la «influencia» de… nuestros
padres, a eso le agregamos la influencia de cuatro abuelos y, si seguimos,
vemos que también recibimos la influencia de ocho bisabuelos. Así, esta cadena
continúa infinitamente. También recibimos las influencias de la sociedad en la
que crecemos, la religión que practicamos, las instituciones de enseñanza a las
que asistimos, los lugares de trabajo, los clubes, los amigos que nos rodean, y
demás. Estos son sólo algunos ejemplos para indicar que existen muchos planos
de causación y nosotros somos el resultado de la suma de dichos planos.
Llamamos «planos de causación» a los lugares, personas y eventos que
nos han enseñado un «patrón mental o creencia » que tomamos como
verdaderos.
Cada estudiante de metafísica debe analizar el conjunto de información que ha
recibido a lo largo de su vida; conscientemente debe seleccionar aquello que
desea mantener en su mente y lo que debe desechar. En este proceso se debe
reconocer lo que pensaba… nuestro padre, nuestra madre, nuestros abuelos, y
qué es lo que elegimos pensar nosotros. También es conveniente recordar lo que
uno acostumbraba pensar tiempo atrás y lo que elige pensar ahora. Siempre
tenemos la libertad de poder elegir en el presente, que es el único momento que
existe. Recuerda que lo llamamos «libre albedrío» no es más que la
oportunidad que se nos da de elegir nuestros pensamientos. En esto radica
nuestro verdadero poder y es así como tomamos las riendas de nuestra vida.
En este proceso de selección de pensamientos debemos ser responsables y evitar
en todo momento caer en el papel de víctima. Para la mayoría, es más fácil
culpar a alguien o a algo por la infelicidad y, por lo tanto, se deja de lado
la posibilidad de «cambiar y crecer». Hay personas que culpan al
gobierno, la situación económica, su pareja, su familia, sus hijos, jefes, y
además, algunos llegan a culpar al clima (humedad, calor, frío) por su
insatisfacción.
Tal como aprendimos al estudiar el Principio de Correspondencia, debemos
recordar que «todo lo que ocurre por fuera está reflejando nuestro estado
interno». Cuando algo externo nos produce insatisfacción o dolor, eso sólo
nos está recordando que tenemos una herida que sanar; de otra manera, no nos
alteraríamos.
Es muy recomendable investigar el origen de las situaciones presentes. Si estás
viviendo un momento de soledad, no se debe a que tienes «mala suerte»
y no encuentras a nadie adecuado para tí. Esa soledad tiene un significado en
tu vida; es una lección que debes aprender. La manera más rápida de encontrar
respuestas a los conflictos que vivimos es formulando la pregunta a nuestro Yo
Superior o Dios Interno. Esto se debe hacer preferiblemente en estado de
meditación. Las respuestas que uno recibe siempre son claras y concretas; por
lo general, se resumen en pocas palabras o en una sensación.
Si tienes la costumbre de rezar u orar frecuentemente, recuerda que eso es sólo
una parte de tu diálogo con Dios. Cuando estás rezando es como si le estuvieras
hablando a Dios. Pero cuando estás meditando… estás escuchando Su respuesta.
Si sólo rezas, estás produciendo un monólogo en el cual no estás escuchando a
la otra parte. Esta es la razón por la cual mucha gente religiosa se
desconcierta y se queja de que Dios «no contesta sus pedidos». Es
imposible que eso ocurra. Dios siempre contesta y en forma inmediata. La
solución es permanecer en silencio unos minutos después de rezar, y prestar
atención a lo que recibimos internamente. ¿Cómo sabrás cuándo es Dios quien
contesta tus inquietudes y no tu propio ego? Hay una clave para reconocerlo:
las respuestas de Dios son siempre una forma de paz y armonía para todos los
concernidos.
Las aparentes injusticias que vemos en la vida diaria encuentran su fundamento
en este principio. A lo largo de numerosas vidas anteriores hemos ido generando
causas, que determinan nuestra situación presente. Hay personas que han hecho
mucho bien en el pasado y ahora les toca vivir su recompensa. A estas personas
las percibimos como «afortunadas». Por otra parte, hay otros que han
cometido muchos errores, han quebrado ciertas leyes universales y ahora se
encuentran atrapados en problemas y dificultades. Por eso es que nace gente
pobre, enferma o con «mala suerte», mientras que otros nacen
saludables, en un hogar confortable y con buenas oportunidades. Sin embargo,
sin importar ¿cuál es la apariencia o situación que nos toca vivir?, todos
venimos al planeta con la única función de sanarnos a nosotros mismos. Por tal
motivo, los problemas desaparecen cuando terminamos de aprender nuestra
lección. Así vemos que todo lo malo que vivimos no es más que la oportunidad de
abrir nuestra Conciencia a un conocimiento nuevo.
Se llama «karma» a la deuda que tenemos con nuestro destino y
«dharma» a la recompensa que recibimos por nuestras buenas obras del
pasado. Por ejemplo, una persona puede estar atravesando una crisis y, en el
momento menos esperado, aparece alguien que la ayuda desinteresadamente. Ese
«alguien» quizá sea una persona a la cual ha beneficiado antes. Todo
el bien que hacemos a los demás vuelve en algún momento a nosotros
multiplicado. Ocurre lo mismo con todo lo malo.
Si alguna vez hemos perjudicado a alguien, tarde o temprano alguien nos va a
perjudicar. Esto es lo que la Biblia explica como la «Ley del
Tallón», que dice textualmente: «Ojo por ojo, diente por
diente». Esta ley ha sido mal interpretada y muchos la entienden
como la ley de la venganza; sin embargo, lo que afirma no es más que la ley de
causa y efecto: si le quitas un ojo a alguien, te tocará perder un ojo tuyo, ni
uno más ni uno menos.
El karma y el dharma pueden entenderse como actividades en dos bancos
diferentes. Al primero le debemos dinero y nos perseguirá hasta que le
paguemos. Por el contrario, el segundo nos paga intereses por lo que hemos
depositado. Estos bancos no tienen conexión entre sí; es decir que por más
buenas obras que hagamos en el presente, igual tendremos que saldar nuestras
deudas con el destino.
La cadena del karma puede llegar a ser eterna: una persona quizá sea víctima de
alguien en una vida y luego se vuelva vengadora en la siguiente, para luego
volver a ser la víctima y así sucesivamente… La cadena se corta cuando una de
las partes involucradas decide perdonar. El karma se disuelve por completo
gracias a la práctica del perdón.
Perdonar no es tan fácil como uno cree. Muchas personas que dicen haber
perdonado sólo hacen un juego intelectual; cuando vuelven a tener otro problema
con la persona «perdonada», el resentimiento y los reproches aparecen
instantáneamente. Esto es lo que conocemos como «perdono pero no
olvido», lo que sólo nos indica que el perdón no ha tenido lugar aún. El
verdadero perdón otorga paz.
Básicamente, hay dos maneras de cortar el karma. Para entender cómo funcionan
estas dos maneras, vamos a imaginarnos una relación entre un hombre y una mujer
en la cual el primero ha perjudicado a la segunda. En esta vida, ella sentirá
un gran deseo de vengarse y perjudicarlo pero como se ha elevado
espiritualmente y conoce la Ley de Causa y Efecto elige perdonarlo y NO
responde al impulso negativo. El karma ha sido interrumpido gracias a su
decisión de perdonar.
Imaginemos ahora el mismo caso pero, en esa oportunidad, con la diferencia que
la mujer no está tan iluminada y elige perjudicar al hombre. Es ahora él quien
acepta la responsabilidad de lo que le ocurre porque conoce la Ley e Causa y
Efecto, y entonces elige perdonarla. El Karma ha sido interrumpido nuevamente.
En pocas palabras, sólo hace falta que una de las partes involucradas tenga la
buena voluntad de elegir el perdón como solución al conflicto.
La mayoría de las personas que no perdonan actúan así porque sienten que
alguien tiene que pagar por lo que les ha sucedido; existe en ellas una sed de
justicia que, en apariencia, no se da en este plano.
Cada estudiante de metafísica debe saber que la Justicia Divina opera a través
de la Ley de Causa y Efecto. En consecuencia, debemos aprender a ser
conscientes de nuestros actos. Cada pensamiento o acción que iniciamos es una
causa que, indefectiblemente, tendrá su efecto. Si peleamos y discutimos con la
gente a nuestro alrededor (causa), el resultado será un gran conflicto
(efecto). Sin embargo, si hacemos favores y ayudamos a otros (causa), también
recibiremos lo mismo en algún momento (efecto) aunque quizá los favores nunca
provengan de las personas a quienes hemos ayudado. Por eso es que todas las
religiones del mundo enseñan a hacer el bien. La única manera de vivir bien es
generando buenas acciones.
6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (2da. parte)
El perdón
¿POR QUÉ LE OCURREN COSAS MALAS A LA GENTE BUENA?
La Ley de Causa y Efecto opera en forma permanente manifestando aquello que de
alguna manera hemos generado. De esto deducimos que haciendo el bien
obtendremos el bien, lo cual es correcto Sin embargo, habrás encontrado que aún
haciendo buenas obras se te presentan problemas y entonces surge la pregunta:
¿Por qué le ocurren cosas malas a la gente buena? La respuesta es muy sencilla:
por karma: Aunque una persona sea buena en esta vida, quizás arrastre deudas de
su pasado.
El karma une a las personas y las mantiene conectadas a través de las distintas
vidas. Esto quiere decir que reencarnamos en grupos en los cuales vamos
intercambiando roles. Es probable que una mujer haya sido madre en una vida y
en la siguiente sea la hija. Por eso es que algunos hijos tienen una actitud
muy autoritaria hacia sus padres, como si los roles estuvieran cambiados. En
realidad, esto ocurre cuando el recuerdo de la vida anterior aún está vigente
en el cuerpo emocional. Hay amigos que parecen hermanos porque efectivamente lo
fueron antes, mientras que hay hermanos que parecen extraños en la familia
porque es la primera vez que les toca estar juntos. También hay parientes que
parecen ser rivales o enemigos; cuando esto ocurre, el Universo los lleva a
nacer bajo la misma sangre como un intento de conciliar sus almas.
No solamente intercambiamos roles cuando reencarnamos, sino que también
cambiamos de sexo. Si en esta vida eres hombre, en la próxima serás mujer y
viceversa. Además, nacemos dos veces bajo el mismo signo astrológico y, de esta
manera, nuestra alma recoge la experiencia completa.
Nos reencontramos con las mismas personas a lo largo de numerosas vidas. En
síntesis, si perjudicamos a una persona, es muy probable que en la próxima vida
nos toque ser perjudicados por ella. Si como padre has sido muy severo,
entonces en el futuro te tocará vivir como hijo el sometimiento de un padre
igualmente severo. De esta manera aprendemos y reconocemos lo que hemos hecho
antes.
En el mundo existen millones de personas; sin embargo, nos movemos en grupos
reducidos y nos encontramos permanentemente con las mismas personas. Podemos ir
a un país lejano y, con gran sorpresa, un día nos encontramos con alguien
conocido. En mi experiencia personal, una de las sorpresas más grandes que he
tenido fue cuando me mudé de Buenos Aires a Miami. En la primera fiesta a la
que asistí, me encontré con gente que hablaba de astrología. Uno de ellos
comentó tener referencias mías porque yo le había hecho la carta natal a uno de
sus amigos. Para mí. Miami era otro mundo; sin embargo, allí había gente que me
conocía. En este caso, fue una sorpresa agradable porque el amigo en cuestión
había quedado muy conforme con mi trabajo, aunque podría haber sido todo lo
contrario.
En conclusión, siempre digo que hay que portarse bien. Nosotros podemos tener
la habilidad de engañar a otros pero no podemos engañar al Universo. El
Principio de Causa y Efecto está operando permanentemente y nadie puede escapar
a eso. Tarde o temprano tendremos que reparar el daño que hemos ocasionado. Por
el contrario, recibir con alegría el beneficio de haber hecho bien las cosas en
su momento.
A medida que la población del mundo crece, vienen «almas nuevas» a la
Tierra. Estas almas vienen de otros planetas con la misión de ayudarnos a
elevar nuestra conciencia. De la misma manera, nosotros nos moveremos hacia
otro lugar cuando hayamos aprendido todo lo que nos toca aprender aquí. Este es
uno de los motivos por los cuales no hay que apurarse en crecer o evolucionar.
El crecimiento es infinito y debemos disfrutar de cada paso que damos.
CONTRATOS KÁRMICOS
Antes de venir al planeta, elegimos tomar un cuerpo físico y seleccionamos
voluntariamente las experiencias que estamos dispuestos a experimentar. En este
proceso seleccionamos a nuestros padres, hermanos, futuras parejas,
matrimonios, amigos y demás.
Con las personas que nos van a ayudar eficazmente firmamos un «contrato
kármico». Nos ponemos de acuerdo en lo que cada uno le va a hacer al otro
con la intención de enseñar o aprender algo. El proceso de aprendizaje es mutuo
y el contrato kármico se firma de común acuerdo. Cuando llegamos a este plano,
nos olvidamos de lo firmado y vivimos la experiencia elegida.
Las contratos kármicos son voluntarios e irrevocables, no desaparecen hasta que
se cumplen totalmente. Uno los elige con la finalidad de dar un paso adelante
muy importante en la evolución personal.
Por ejemplo, una mujer puede pedirle a su «futuro esposo» que durante
el matrimonio la maltrate; de esta manera, ella reconocerá que tiene muy poco
amor propio y deberá aprender a valorarse como mujer. Por otra parte, él acepta
que ella inicie una demanda legal; de esta manera, tendrá que aprender a
respetarla y a renunciar al materialismo.
Cuando hay un contrato kármico, se percibe una sensación de venganza en una o
en ambas personas involucradas. Nos olvidamos de que nosotros mismos hemos
elegido vivir la «mala experiencia» para aprender la lección y
reparar nuestros errores pasados.
La terapia de vidas anteriores basada en la hipnosis es una herramienta muy
valiosa para entender la red de relaciones generadas en otras vidas. De esta
manera, yo descubrí que mi hermana mayor de esta vida fue mi madre en la
anterior; que mi madre de ahora nunca antes había sido madre de nuestro clan
familiar y que ahora le tocaba vivir esa experiencia. En muchas oportunidades,
mi hermana mayor actuó más como madre que mi propia madre. Esto se debe a que
aún se guarda en la memoria subconsciente el recuerdo de los roles ejercidos
con anterioridad. Aunque estos datos pueden parecer sólo anecdóticos, ayudan a
entender por qué algunas personas reaccionan como lo hacen.
LA ERA DEL AMOR
La creencia en el karma está muy difundida en el mundo a través de algunas
religiones y escuelas esotéricas. Aunque esta idea ha estado por muchos años en
nuestra conciencia -especialmente durante la Era de Piscis, que ya terminó-,
ahora estamos ingresando en la Era de Acuario donde muchas cosas cambiarán;
entre ellas, el karma.
El proceso de «pagar» nuestras deudas está acelerado en esta Nueva
Era. Lo que antes nos llevaba varias vidas entender y saldar, ahora se realiza
en esta misma encarnación. Si hoy perjudico a alguien, es muy probable que me
toque pagarlo mañana mismo, no en la próxima vida ni diez vidas adelante.
Existe un avance muy grande en la conciencia humana y esto elevará el nivel de
comprensión en toda la humanidad. Este proceso de transformación, que ya se ha
iniciado, tardará aún muchos años más en completarse. En este proceso mismo
descubriremos nuestra Unidad, el hecho de que, en realidad, «Todos somos
Uno solo». Dicho de otra forma, el Hijo de Dios es uno solo y todos somos
parte de El. Por eso, es importante ayudarnos mutuamente y perdonarnos. Debemos
ajustarnos a estos cambios cósmicos para ayudar a la evolución planetaria a
despertar amor. Un verdadero metafísico tiene que aplicar todo su conocimiento
para mejorarse a sí mismo y para servir a los demás.
Pero ¿de dónde surgió el karma? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos
a los orígenes de la humanidad. El hombre fue creado «a imagen y semejanza
de Dios» y desde que aquél tuvo su poder creador ha inventado un ente
aparentemente separado de su Creador. Esto es lo que llamamos «ego».
Nuestro ego nos hace sentir que estamos separados del resto. Tenemos un nombre
propio, un cuerpo, una estructura social y familiar propia y demás. Nuestro ego
nos dice que somos únicos y especiales, y tratará de probarlo de mil maneras.
En cambio, nuestro Espíritu nos indica que todos Somos Uno solo, que no existe
tal separación.
El efecto de la separación produce un sentimiento de culpa y, como
consecuencia, la culpa busca castigo. Cada vez que nos sentimos culpables de
algo que hemos hecho, nuestra propia mente se encarga de crear el castigo
correspondiente. Este castigo puede ser, por ejemplo, la soledad, la falta de
dinero, una enfermedad, problemas de familia o de pareja.
La culpa no termina en nosotros. La mayoría de las veces, el ego busca
proyectar esta culpa hacia afuera y es así como encontramos a los
«culpables» de nuestra infelicidad. Cuando proyectamos hacia afuera
estamos más lejos de resolver el problema y, de esta manera, perpetuamos la
supremacía de nuestro ego. Las personas que más culpan a los demás son las que
menos crecen.
Cuando el ego no encuentra culpables afuera, puede descargar la culpa en
nosotros mismos generando inmovilización y frustración. Este es el caso de las
personas perfeccionistas, muy ordenadas o estructuradas. Para resolver este
conflicto debemos pensar que, durante nuestro proceso de aprendizaje, todos
cometemos errores, que dichos errores se reparan y que no tenemos por qué ser
condenados a causa de éstos. El perdón no debe practicarse solamente con los
demás, sino primero con nosotros mismos porque yo no puedo dar a otros lo que
no tengo o me resisto a darme, es siempre nuestra elección.
EL DRAMA PERSONAL
Según el Principio de Causa y Efecto, todo lo que vivimos es el resultado de
nuestros propios actos. Contamos con un poder creador, y a veces, debido al mal
uso del mismo, creamos situaciones difíciles o dolorosas, creamos de esta
manera nuestro «drama personal». Según la metafísica, el drama de
toda persona se reduce a la idea de separación de su Fuente.
Podemos comparar el efecto de la separación con el concepto del «pecado
original». En la Biblia, esto se explica con la imagen de la expulsión de
Adán y Eva del Paraíso. La sensación o desconexión de nuestra Verdadera Fuente
es la que genera todos los miedos, las angustias y los problemas mayores. Un ejemplo
de esto es la soledad. La soledad no se resuelve teniendo a una persona al lado
nuestro; en muchos casos, uno puede llegar a sentirse horriblemente solo aún
estando acompañado.
La soledad es un problema personal y tiene que ver con la sensación de estar
desconectado de nuestro Creador. Solamente reparando esa conexión podemos
sentirnos plenos, completos y felices. Curiosamente, muchas iglesias fomentan
la idea de separación y no la de unión. Esto se debe a que se basan en las
leyes del ego y no las del Espíritu. El miedo más grande que existe es el miedo
a Dios, a recibir Su condena o castigo, lo cual es totalmente absurdo.
Como conclusión, la idea del karma, o el ciclo de culpa y castigo, fue creada
por nuestro «ego». Dios NO condena ni castiga porque Él nos ha creado
tal como somos. El sabe que lo que estamos viviendo es como un gran sueño del
cual tenemos que despertar. No hay culpas, ni culpables; no tenemos nada que
pagar ni que hacer pagar a los demás; solamente existe la experiencia.
El proceso de liberación del karma comienza con el reconocimiento de la
proyección que hacemos hacia los demás. Es decir que tenemos que empezar a
reconocer que «no hay culpables fuera de nosotros», sino que, de
alguna manera, uno está proyectando el problema hacia afuera.
Luego, debemos reconocer que tampoco nosotros somos culpables, sino que
solamente hemos cometido algunos errores.
Finalmente, debemos reparar esos errores corrigiendo nuestra percepción de la
vida.
Cuando creamos nuestro ego, cuando surgió la idea de separación, Dios puso en
nuestra mente el instrumento necesario para devolvernos la percepción correcta
de la vida. Este instrumento es lo que llamamos «Yo Superior o Espíritu
Santo». Todo estudiante de metafísica debe aprender a invocar a la Guía de
su Yo Superior, especialmente en los momentos en que se encuentra en conflicto,
para entender lo ¿qué le está ocurriendo?
La Era de Acuario nos enseñará que no somos culpables de nada; tan sólo hemos
cometido errores y los errores se corrigen. La parte más perfecta de nuestra
mente nos ayuda en este proceso. Para poder evolucionar, debemos desarmar
nuestro «drama personal». Con nuestro drama lo único que hacemos es
acaparar la atención de los demás y de su energía. Esto significa que cuantos
más dramas experimentamos, más robamos la energía de los demás. Pero cuando
empezamos a despertar a la vida espiritual, descubrimos que la Fuente de
nuestra energía es otra y que la misma es infinita e inagotable, por lo tanto,
no necesitamos apropiarnos de la energía ajena.
El proceso del «Perdón» consiste en «desarmar» lo que hemos
construido, eliminando las culpas que ponemos en otros y en nosotros mismos. De
esta manera, comenzamos a sentir la sensación de Unidad. Pero mientras exista
una sola persona a la que consideremos culpable, nunca encontraremos paz en
nuestra vida.
El Perdón a uno mismo, es tal vez, uno de los más difíciles de lograr. La
autocondenación se da la mayoría de las veces de una manera muy sutil, y a la
vez, muy intensa. A veces, sentimos la voz de un juez interno que nos recuerda
cuán tontos hemos sido al haber actuado de cierta forma; ese juez no es más que
la voz de nuestro propio ego que debemos aprender a callar.
Perdonar no es sinónimo de debilidad. Muchas personas confunden el perdón con
la permisividad. Perdonar no significa permitirles a los demás que vuelvan a
hacer lo mismo con uno. Perdonar significa «entregar el problema a una
Autoridad Superior» a la nuestra que impondrá Su justicia y no la que
nuestro ego quiere. Perdonar también significa aprender a ponerles límites a
los demás y a defender nuestros derechos.
6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (3ra.y última parte)
El perdón
LA AYUDA A LOS DEMÁS
Nunca hay que ayudar a nadie que no nos lo haya pedido porque la persona puede no estar receptiva a nuestra ayuda. Cuando le hemos hecho un favor a alguien y
luego esa persona no nos agradece o se muestra indiferente, nos está dando la
pauta de que nos hemos equivocado, o bien la persona no necesitaba de nuestra
ayuda o le hemos dado ayuda equivocada. Esto ocurre cuando intervenimos en la
vida de alguien pretendiendo ser su salvador.
Una manera de evitar este error es ofrecer nuestra ayuda a quien pensamos la
necesita y, luego, debemos retroceder para dar lugar a que la persona elija.
Cuando la persona decide aceptar nuestra ayuda, entonces estará receptiva y
sólo así tendremos éxito.
¿Hasta dónde ayudar? Se debe ayudar a los demás hasta el punto en que el
equilibrio de nuestra vida personal no se pierda. Si vas a prestar dinero a
alguien cercano, deberás prestar solamente una cantidad de tu dinero que no
ponga en peligro tu economía personal. De lo contrario, si por prestar dinero
dejas de pagar tus cuentas, sólo estás permitiendo que el problema del otro
contamine tu vida. En esencia, si quieres que tu ayuda sea siempre efectiva, no
deberás perder nunca tu equilibrio personal. Esto nos lleva a la siguiente
conclusión: el sacrificio por los demás no sirven.
En general, los problema que cada uno de nosotros enfrentamos no son más que
errores de conciencia. Existen en nuestra mente ideas equívocas que deben ser
corregidas. Éstas tienen que ver con la falta o aceptación de lo bueno, con
ideas de no merecimiento, con el nivel de la autoestima y con las culpas que
arrastramos. Estas últimas son las más poderosas y generan las principales
barreras para nuestra felicidad personal. Yo creo que cada vez que algún
proyecto mío se demora o las cosas que deseo no se dan es porque todavía tengo
que perdonar a alguien o perdonarme a mí mismo. Las enfermedades físicas tiene
que ver con la falta de perdón, las deudas y la soledad, también. Siguiendo
este concepto, si quieres ayudar a alguien verdaderamente, entonces no sólo
tienes que brindar tu ayuda material, sino también el apoyo moral necesario
para que la persona se libere de sus culpas y mejores su manera de pensar.
EL PROCESO DE PERDÓN
El perdón no es un acto sino un proceso. Cada día perdonamos un poco más y así
nos vamos liberando del pasado. En algunos casos, este proceso puede hacerse de
una sola vez, pero en la mayoría, el perdón requiere tiempo.
Para entender los pasos que hay que dar en el proceso del perdón, debemos
entender primero cómo funciona la proyección que hace nuestro ego, las heridas
emocionales que arrastramos las vemos con más claridad en los demás y no en
nosotros mismos. El ego se niega a aceptar que es uno el que tiene el problema
y lo proyecta hacia afuera encontrando el perfecto «culpable». De
esta manera culpamos a nuestra pareja, nuestro padre, nuestra madre, nuestros
hijos, nuestro jefe, un amigo o a quien sea por nuestra infelicidad. Una
analogía muy válida es la siguiente: cuando vamos al cine pensamos que la
película está en la pantalla; sin embargo no es así, la película que estamos
viendo está en el proyector y lo que vemos no es más que la proyección que hace
la máquina. De la misma manera, la «película de nuestra vida» no es
más que la proyección que surge de nuestra propia mente.
Entonces, el 1er. paso para «perdonar», es reconocer que la culpa no
está afuera. Debemos interrumpir el fenómeno de la proyección y no aceptar como
culpable a alguien o algo externo a nosotros. Debo reconocer que lo de afuera
activó una herida emocional que está en mí y por eso me molesto o me enojo.
El 2do. paso es aceptar que la herida está dentro de uno mismo. Si en este
proceso nos detenemos en este paso, el ego nos hará sentir culpables a nosotros
mismos.
El 3er paso consiste en entregar esa culpa al Espíritu Santo o Yo Superior para
que perdone por nosotros. Debido a que todos nosotros estamos envueltos en el
mismo sistema de pensamiento del ego, necesitamos un elemento externo a este
sistema que nos ayude a recobrar la cordura. El Yo Superior es la parte
perfecta de la mente que nos recuerda permanentemente nuestra naturaleza
espiritual.
En conclusión, nosotros no tenemos la capacidad de perdonar. No podemos
perdonar a nuestros enemigos ni a nosotros mismos. Solamente hacemos un jugo
intelectual que se parece más a una postura arrogante. Creemos que somos los
«buenos» porque perdonamos a los «malos». Por eso
necesitamos la ayuda del Yo Superior. Es en el tercer paso donde procedemos a
poner el problema en las manos de Dios para que Él mismo lo resuelva y sane
aquello que necesita ser sanado.
Cuando se da el verdadero perdón, se siente una gran paz interior. Si pedir
ayuda a tu Yo Superior te resulta extraño, puedes invocar en su lugar a la
entidad espiritual que prefieras según tu religión: Jesús, Buda, Sai-Baba, o a
Dios mismo
La próxima vez que sientas un enojo muy grande hacia alguien deberás poner en
práctica el proceso del perdón. Primero, tendrás que aceptar que esa persona no
es la culpable de tu enojo. En segundo lugar, deberás admitir que en realidad
hay una parte tuya que se enoja por lo que el otro hace. Finalmente, tendrás
que pedir ayuda para que tu Yo Superior pueda perdonar por ti aquello que no
entiendes ni aceptas. Al hacer esto, pones en manos del Universo el proceso del
perdón y así se curan tus propias heridas y las de los demás. Generalmente,
ocurre algo mágico, lo que llamamos «milagro».
LOS BENEFICIOS DEL PERDÓN
El «Perdón» depende de tu buena voluntad, de tu deseo, de tu
disposición a querer soltar aquello que te ha hecho daño en algún momento.
Cuando pides ayuda se ponen en marcha todos los mecanismos del Universo para
restaurar la armonía en tu vida.
El proceso del perdón se puede comparar al hecho de tomar conciencia de que en
realidad, nadie nos ha hecho daño ni tampoco nosotros se lo hemos hecho a
otros. El supuesto «pecado» no es más que un error de percepción.
Definitivamente, esto es demasiado simple para que nuestro ego lo pueda
aceptar. El ego siempre tiene todas las razones del mundo para justificar su
posición; en especial, cuando nos enojamos con alguien. Entonces encontramos
las razones lógicas a nuestro enojo que nos llevan a juzgar y condenar. Además,
el ego busca aliados. Tratamos de convencer a todos de nuestras razones. Pero
la verdad es que cuanto más justificamos nuestra posición, más inseguros
estamos en el fondo.
Uno de los motivos por los cuales no existen culpables es porque cada uno de
nosotros siempre está haciendo lo mejor que puede, de acuerdo con su grado de
cultura y Conciencia. Cuando nos equivocamos es porque no sabemos hacer algo
mejor. Si retrocediéramos en el tiempo hasta el momento justo en que cometimos
un gran error diez años atrás, volveríamos a hacer lo mismo, porque ese era
nuestro estado de conciencia. Siempre hacemos lo que creemos que es mejor en
cada momento, aunque estemos totalmente equivocados.
Dios no condena porque sabe que estamos aquí para aprender. El ego es el único
que juzga y condena. Nuestra mente es limitada y nunca captamos todo lo que
está pasando. Tal como lo vimos antes, existen hilos kármicos que contienen
historias secretas para nuestros sentidos. Podemos percibir una situación como
una injusticia, pero en realidad, no sabemos si el injusto sólo le está dando
la oportunidad al otro de reparar su error.
Además, las diferencias culturales hacen que nuestra capacidad de juicio sea
limitada. Por ejemplo, para un esquimal es buena costumbre ofrecer a su mujer
para que duerma con la persona que los visita. Para nosotros, suena como una
locura; sin embargo, para los esquimales es totalmente normal. ¿Quién tiene la
razón? La respuesta es sencilla: ninguno. Cada uno está viviendo su propia
experiencia.
Sin hacer referencia a ningún personaje político en particular, es importante
saber que aquellos personajes «malos» que movilizan grandes masas son
espíritus que tienen la misión de elevar la Conciencia Colectiva de cierta raza
o sociedad. Ellos pueden despertar emociones negativas, pero también ayudan a
desarrollar la actitud de servicio de todo un pueblo o una nación. El odio que
ellos despiertan individualmente no es más que el odio que cada uno tiene que
sanar en sí mismo. Todos los países tienen su karma de grupo. Cada ciudadano
tiene que lidiar en mayor o en menor medida con este tipo de karma. Un ejemplo
notable es el caso de Cuba. De acuerdo con la numerología, la palabra
«Cuba» suma 8, números de karma fuertes pruebas y dolor. No es casualidad
que en Miami la calle de los cubanos sea la calle 8.
Según la Ley de Causa y Efecto, en esencia sólo hacemos dos cosas: damos amor o
pedimos amor. Una forma muy común de pedir amor es la queja. Cuando una persona
se «queja o reclama» a otra su atención, en el fondo sólo le está
pidiendo su amor. Lamentablemente, la queja es un recurso negativo que lleva a
obtener el resultado opuesto.
En la red de relaciones que entablamos, todos aprendemos y enseñamos al mismo
tiempo. Aunque no seamos conscientes de eso, las personas que nos rodean
aprenden algo de nosotros y viceversa, aún cuando la relación sea superficial o
de poco tiempo.
De las grandes crisis aprendemos lecciones mayores, pero haciendo uso de
nuestra facultad de elegir, «Yo le pido al Universo que me enseñe de buena
manera». Básicamente porque no me gusta aprender a través del dolor. La
mayoría de las personas aprenden de ese modo para luego quedar cargadas de
resentimiento o frustraciones. Te sugiero que me imites y pidas que, a partir de
este momento, todo lo que tengas que aprender se te enseñe de buena manera y
así es.
EJERCICIO: RENUNCIAR AL KARMA
Debes afirmar de una manera rotunda tu deseo de no seguir sufriendo. Para
logarlo, tienes que decretar lo siguiente: «Renuncio al karma . En este
instante, renuncio a cualquier forma de carencia, pensamiento de limitación o
error que se aloje en mi Conciencia. A partir de hoy, elijo amor, felicidad,
prosperidad, sanidad (mente+cuerpo) y una vida muy armoniosa».
Cada vez que se nos presenta un problema lo primero que se debe hacer es
renunciar a él. Cualquier afirmación o decreto que se haga en ese momento tiene
que comenzar con la palabra «renuncio». De esta manera, interrumpes
la formación de la crisis.
Por ejemplo, puedes decretar: «Renuncio a seguir sufriendo por este
problema sentimental. Ahora encuentro la solución más armoniosa y positiva para
ambos».
Si el problema es de dinero, entonces puedes decretar. «Renuncio a mis
limitaciones económicas. A partir de hoy el dinero viene fácilmente a mi vida y
en abundancia».
EJERCICIO: CAMBIAR PARA RECIBIR
Todo estudiante metafísico siempre tiene una lista escrita de sus objetivos. De
esta manera, puede ir comprobando poco a poco su dominio de la materia. De
acuerdo con un concepto bíblico, Dios, como Padre Perfecto, nos da todo lo que
pedimos antes de que se lo pidamos. No sólo Él sabe de antemano lo que le vamos
a pedir, sino que también nos lo concede. La pregunta que surge entonces es:
¿Dónde está aquello que estás deseando? ¿Por qué no lo tienes?
La respuesta es la siguiente: Dios nos otorga las cosas que estamos dispuestos
a aceptar internamente. Es probable que conscientemente desees tener una
fortuna; sin embargo, en tu interior no te sientes merecedor de ella. El
diálogo interno es muy poderoso; es el que el Universo escucha y termina por
manifestar.
Una persona puede desear tener una pareja. Pero si en el fondo, no se siente
merecedora de la pareja que está anhelando, ésta podría estar caminando a su
lado y no la vería. La persona abrirá los ojos cuando trabaje en la aceptación
de aquello que desea.
Recuerda que todo lo que has enumerado en tu lista de deseos… ¡Ya está
concedido!. Ahora, deberás trabajar en la «aceptación». Para eso,
tendrás que agregar a cada uno de tus objetivos la fecha para la cual estarás
dispuesto a «aceptarlo». Escribirás el día, mes, año y también la
hora. Siempre es necesario darse un plazo bastante amplio para trabajar la
aceptación. Si eres una persona ansiosa y has elegido que quieres algo para el
mes que viene, debes darte dos meses. En el caso de que se cumpliera el plazo y
no se manifestara tu pedido, tendrás que elegir otra fecha. En este caso, debes
ser cuidadoso de no dar lugar a los pensamientos de frustración. Es útil
prestar atención al mensaje de los pensamientos negativos porque están dando la
pauta de ¿cuál es la barrera interna que tienes que superar?.
Cuando una persona dice «Pero, yo lo quiero ahora mismo», en el fondo
se está mintiendo a sí misma porque si fuera así ya lo tendría.
Según el Principio de Causa y Efecto, debemos aprender a generar las causas
adecuadas para manifestar un efecto determinado. Concretamente, esto significa
que deberás cambiar algo de ti para obtener un resultado diferente en tu vida.
Cuando hacemos las cosas de siempre, obtenemos los resultados de siempre. Si no
estás totalmente conforme con tu vida, quejarte no te llevará a cambiarla. Es
importante «cambiar» y, por lo general, el «cambio comienza por
el pensamiento».
Una vez elegido un objetivo es conveniente realizar una pequeña meditación y
preguntar al Yo Superior: «Qué debo cambiar de mí mismo para poder recibir
esto?»
Algunos piensan que si los demás cambiaran, entonces lograrían su felicidad; o
creen que la realización de su deseo depende de la modificación de una situación
externa, como la política, la economía o el clima.
Un estudiante de metafísica sabe que «lo único que puede cambiar a sí
mismo»; que la única manera de generar un resultado determinado es creando
la causa correcta. En síntesis, sólo generando Amor se logra atraer Amor. Si
quiere vivir un gran romance, tienes que empezar por amarte mucho a ti mismo y
luego manifestar tu amor a los demás.
Recuerda siempre que la primera causa, la que origina todo movimiento en el
Universo, es mental. Esto quiere decir que el primer cambio se da en el
pensamiento. El segundo paso es comenzar a hacer cosas diferentes: por ejemplo,
tienes que visitar nuevos lugares, hablar con gente diferente, leer autores
nuevos, probar otras comidas. Elige cambiar tu ritmo normal de vida y eleva al
máximo tu Fe en la Fuente… en tu «Maestro y Guía Interior». De este
modo, verás manifestarse toda clase de milagros en tu vida.
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