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18 septiembre 2008

2.- La multiplicidad y la separación de tales perfecciones puras —Ser, Pensamiento y Vida—, como las de las demás, comienza en los seres creados, que sólo participan de ellas en el grado de su determinada esencia. Siempre y cualquiera sea el grado de elevación de su realidad creada, ellos nunca son —porque no son el Acto o Existencia, esencialmente increada e infinita— sólo tienen o participan, en la medida finita de su esencia, de tales perfecciones —ser, conocimiento y vida— las cuales a su vez no son, en última instancia y según dijimos, sino acto o existencia.

Pero además de esa limitación esencial y común a todo ser creado, semejantes perfecciones —identificadas en el Acto o Perfección pura de Dios— se dividen, separan y multiplican en los seres creados, de acuerdo a su imperfección, o, lo que es lo mismo, de acuerdo a la intervención de la potencia en su propia esencia, Y así algunas creaturas sólo llegan a ser, a existir, pero sin vida (seres in orgánicos). Otras, más perfectas, es decir, en que el acto domina ya más sobre la potencia, a más del ser, alcanzan la vida, pero sin conocimiento. En un grado más arriba, otras llegan a participar de las tres: del ser, de la vida y del conocimiento. Pero a su vez, mientras algunas de éstas se detienen en una vida de conocimiento imperfecto y distinta de la propia vida orgánica inconsciente (la vida sensitiva de los animales), otras más perfectas alcanzan el nivel de la vida cognoscitiva plena y espiritual de la inteligencia, aunque en diverso grado de perfección, de acuerdo siempre a la medida de la perfección o acto de su ser: las unas en un grado tal, que ni reúnen en ella todo su ser y vida ni es ella enteramente independiente de los otros grados inferiores de la vida —la vida intelectiva del hombre distinta y dependiente de la sensible y vegetativa— las otras, en cambio, en el ápice ya de la vida espiritual creada y en gradación de perfección ascendente —las diversas jerarquías de puros espíritus existentes (los ángeles) y posibles— logran la unidad del ser, de la vida y de la inteligencia en una forma o esencia espiritual y simple, bien que de un modo contingente y limitado siempre y en principio o en acto primero o potencial —no en el ejercicio mismo del acto—, común, según dijimos, a toda creatura, que nunca es, sino que tiene contingentemente su acto o existencia y, consiguientemente, también el ejercicio o acto segundo de su actividad.