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6 octubre 2008

TERCERA PARTE
DIAGNOSTICO DE UN ATAQUE PSÍQUICO
CAPÍTULO XII
MÉTODOS EMPLEADOS EN HACER UN ATAQUE PSÍQUICO
Brujería, antigua y moderna. —Conocimiento de las drogas.— Factores implicados en hacer un ataque psíquico. — Concentración mental.— Invocación de Fuerza cósmica.— El mago mismo es el canal de evocación.— Método de contactar con la víctima.— Substitución.— Talismanes.— Objetos magnetizados.— Motivos para el ataque psíquico. Caso de la cantante de concierto.—Caso del adepto Oriental.— Transgresión mental.
Cualquiera que lea los viejos libros sobre brujería, compilados usualmente por los buscadores de brujas profesionales a partir de las confesiones de supuestas brujas extorsionadas bajo tortura, encontrará que los fenómenos descritos caen en ciertas categorías amplias que son tan constantes en diferentes edades y en diferentes partes del mundo que se nos deja con la impresión de que debe haber algún fuego detrás de tanto humo. Los registros estatales de juicios de brujas en Escocia, los relatos de un sacerdote encargado con la tarea de extirpar la brujería en el Norte de Italia, los archivos de Bretaña, los cuentos de magia en la literatura clásica, y finalmente, los relatos de viajantes de las prácticas de gente primitiva a todo lo largo del mundo, se corroboran todos uno al otro, coincidiendo en cuanto a los fenómenos descritos, las explicaciones dadas por las brujas de sus métodos, y las amplias divisiones en las que caen los fenómenos.
Tenemos que tener en cuenta en primer lugar el uso de drogas, de las que ha poseído un notable conocimiento en todas las edades la Fraternidad Negra. Pociones, ungüentos y fumigaciones se usaron extensamente, y entre todos los preternaturales y maravillosos ingredientes de que estaban compuestos encontramos de vez en cuando substancias que se sabe que son medicinalmente potentes. La adormidera que da sueños y ganas de dormir, el cáñamo que da visiones, datura que produce pérdida de memoria, granos con tizón que producen aborto, ciertos insectos que son poderosamente afrodisíacos, y, en el Nuevo Mundo, los cogollos de ciertos cactus —todos ellos y muchos otros juegan su parte en los preparados brujeriles. Paracelso cobró fama convirtiendo algunos de los brebajes mágicos tradicionales para fines medicinales. Los Borgias ganaron infamia empleándolos como venenos sutiles que destruían la mente sin destruir necesariamente el cuerpo. Se cuenta que el filósofo romano Lucrecio fue vuelto loco por una pócima que le fue dada por su esposa a fin de restaurar su afecto perdido. Existen viejas recetas para ungüentos brujeriles que contienen opio y cantáridas. No es difícil imaginar qué clase de sueños vendrán en el sueño así inducido. C.S. Ollivier, en su libro reciente, Análisis de la Magia y la Brujería, da su opinión de que la asistencia al Sabbat era conseguida a menudo por medio de sueños inducidos por drogas.
Los venenos sutiles juegan indudablemente también una parte en la efectividad de las maldiciones, siendo un método favorito el hacer un talismán de bronce, cobre o plomo, y adherirlo inconspicuamente al fondo de una vasija de beber o pote de cocinar. Qué efecto tenía el talismán es conjeturable, pero no hay duda en absoluto sobre el efecto de la disolución persistente de pequeñas cantidades de plomo y cardenillo en la comida.
Pero aunque todas estas cosas fueran una parte, y una parte considerable, del culto de la brujería, no pueden, estrictamente hablando, ser consideradas un método psíquico de ataque, y sólo nos referimos a ellas en estas páginas a fin de que sus efectos puedan ser excluidos del diagnóstico.
Hay tres factores en un ataque psíquico, cualquiera de los cuales, o todos ellos, pueden emplearse en un caso dado. El primero de éstos es la sugestión hipnótica telepática. El segundo es el reforzamiento de la sugestión por la invocación de ciertas agencias invisibles. El tercero es el empleo de alguna substancia física como un point d’appui, punto de contacto, o vínculo magnético. La fuerza empleada puede usarse como una corriente directa, transmitida por la concentración mental del operador, o puede ser reservada en una especie de batería de almacenaje psíquica, que puede ser un elemental artificial o un talismán.
En el Capítulo II hemos considerado en algún detalle la psicología de la sugestión, y no necesitamos repetir lo que ya se ha dicho, salvo para recordar al lector que la esencia de la telepatía consiste en la inducción simpática de vibración. Los psicólogos experimentados están sospechando ya que la emoción es estrechamente familiar a la electricidad; han probado concluyentemente que los estados emocionales alteran la conductividad eléctrica del cuerpo. El ocultista cree que la emoción es una fuerza de tipo eléctrico, y que en el caso del hombre ordinario irradia hacia afuera de él en todas direcciones, formando un campo magnético; pero en el caso del ocultista entrenado puede ser concentrado en un rayo y dirigida. Suponiendo que seas capaz de concentrar toda tu atención sobre un solo sentimiento, inhibiendo todo lo demás, habrás alcanzado un estado emocional puro, no adulterado ni diluido. Toda la fuerza vital que entre en tu alma fluirá por tanto en esta única subdivisión de un solo canal en vez de en las muchas ramificaciones de los tres canales usuales anteriormente referidos. La concentración será terrorífica, pero sólo será conseguida a un precio terrorífico. Es con el fin de conseguir esta terrible concentración que los santos del Oeste y los yogis del Este practican un torturante ascetismo. Debes vender todo lo que posees a fin de comprar esta perla de gran precio, y un eco del método permanece en la tradición de cuentos de hadas de que la persona que encuentra una piedra de la suerte sólo puede tener un deseo. Tal concentración es buena para un propósito, y sólo un propósito. Podemos concentrarnos en una curación, o en una destrucción, pero no podemos trabajar en ambas simultáneamente; ni podemos cambiar prontamente de una a la otra. No podemos combinar incompatibles dentro de los límites de una sola vida. Es decir, si nos hemos concentrado en un trabajo de maldición y muerte a fin de conseguir un acto de venganza, siendo saciada nuestra ira, no podemos invertir inmediatamente el giro del alma y reconcentrarnos sobre obras de sabiduría y redención. Podemos comparar el alma que se mueve con la corriente de la evolución a una rueda que gira en el sentido de las agujas del reloj, o del movimiento del sol; y un alma que se mueve contra la corriente de evolución a una rueda que gira en dirección contraria a las agujas del reloj, o en dirección opuesta al sol. La posición del eje puede ser alterada de modo que la rueda gire en cualquier ángulo sin ser afectada la dirección de su revolución pero la rueda volante ha de ser detenida antes de que la máquina pueda ser invertida, y una gran rueda volante cuesta mucho de detener. Más aún, a fin de invertir la rueda volante tenemos que parar la máquina. El movimiento normal del alma es como el del sol, hacia adelante con la corriente de evolución. Tenemos que pensar muchas veces antes de que acometamos invertir ese giro incluso momentáneamente, a fin de llevar a cabo un trabajo de maldición y muerte. El viejo dicho, «Está el mal que pagar», es verdadero. En verdad, es cuestionable si hay tal cosa como una inversión momentánea del giro. El momento tiene que ser neutralizado y trabajado de nuevo antes de que pueda tener lugar la inversión del giro.
Grandísimas fuerzas pueden ser desarrolladas por esta concentración subjetiva de la mente misma, pero fuerzas aún mayores pueden hacerse disponibles si aplicamos el equivalente mecánico de los engranajes; si, en otras palabras, mientras se mantiene esta tremenda concentración, cogemos los contactos de la correspondiente fuerza cósmica. Usamos los poderes de la mente humana como un auto-arranque, y tan pronto como su rueda de conducción menor está girando con alegría, metemos el embrague de la máquina principal. Hay un breve período de lucha cuando la máquina pequeña fuerza a las renuentes levas de la gran máquina, entonces el vapor se enciende y la máquina acomete su trabajo. Después de eso es sólo una cuestión de encajar los engranajes y conducir — ¡Si puedes! Igual ocurre con la magia ceremonial.
Consideremos un caso concreto de alguien que desea procurarse una fuerza de lucha. Recurriría a una ceremonia de planeta Marte. Reuniría por tanto en su templo todo lo que fuera apropiado para Marte. Vestiría su altar con una tela escarlata; él mismo vestiría una túnica escarlata. Todos sus útiles mágicos serían de hierro y su vara de poder sería una espada desnuda. Sobre su altar situaría cinco luces, siendo el cinco el número de Marte. Sobre su pecho estaría el símbolo de Marte grabado sobre un pentágono de acero. En su mano habría un anillo de rubí. Quemaría azufre y salitre en su turíbulo. Entonces, de acuerdo con el trabajo a hacer, invocaría el aspecto angélico o demoníaco del Quinto Sefira. Geburah, la esfera de Marte. Invocaría o bien al nombre de la deidad en Geburah, llamando al Dios de las Batallas para que le escuchase, o bien al arce-demonio de la Quinta Habitación Infernal. Habiendo llevado a cabo esta poderosa invocación, se ofrecería entonces él mismo sobre el altar como el canal para la manifestación de la fuerza.
Hay muchas fórmulas existentes designadas para permitir que sea traída una fuerza sin la necesidad de que el mago mismo sea el canal. En mi opinión son todas inefectivas; el único substituto posible para el mago mismo es un médium de trance. Es por esta razón que la magia ritual tan a menudo falla en producirse. No puedes hacer natillas sin romper huevos, y si pretendes ser un mago tienes que llegar hasta el límite. Cuando es una cuestión de traer el aspecto angélico de una fuerza, la cuestión se halla sobre un fundamento claro. Ser el canal de tal fuerza es un gran privilegio y una iniciación en sí mismo. El operador tiene simplemente que eliminar todo lo incompatible y mantener su concentración sin vagar. Lo peor que puede ocurrir es que fracase en obtener resultados. Pero cuando se trata de traer el aspecto demoníaco de una esfera, la cuestión se halla sobre un fundamento enteramente diferente. Muy poca gente cuida de ofrecerse para la manifestación de una fuerza tal como Asmodeo. No creo que haya ningún artificio en el que se pueda confiar para invocar a los demonios sin ser obsesionado por ellos salvo el método de Abramelín, que implica seis meses de preparación y sólo se opera después de que se ha alcanzado el conocimiento y conservación del Santo Ángel Guardián. El borde del Abismo está bien vallado. No es posible disparar una pistola y evitar el culetazo.
Habiendo invocado y concentrado su fuerza, nuestro hechicero tiene que considerar a continuación su blanco. Tiene que entrar en contacto astral con su víctima. A fin de hacer esto, debe formar una relación, lo que no es tan fácil como podría suponerse. Primero tiene que encontrar a su víctima y establecer un punto de contacto en su esfera, y entonces, trabajando a partir de esta base, tener éxito en perforar su aura. Una fuerza no enfocada no es de mucha utilidad. Ha de conseguirse un foco. El método usual es conseguirse algún objeto que esté impregnado con el magnetismo de la víctima pretendida, un corte de pelo, una monda de uña o algo habitualmente vestido o manejado. Tal objeto está conectado magnéticamente con su propietario, y el hechicero puede recorrer la huella y entrar así a la esfera de su víctima y establecer una relación. Procede entonces como lo hace cualquier otro practicante de la sugestión que tiene éxito en poner a su víctima en las primeras etapas de la hipnosis. Por medio del vínculo magnético ha ganado el oído psíquico de su víctima, que escuchará a sus sugestiones subconscientemente. Queda ahora por ver si las semillas de pensamiento así plantadas echarán raíces o sí serán arrojadas fuera de la mente. En cualquier caso se vuelve a la víctima perturbada y desasosegada.
Si no puede obtenerse un vínculo magnético, el practicante de la magia negra tiene que apoyarse sobre otros artificios. Uno de los más comunes es el de la Substitución. Se escoge algo y por medio del ceremonial se identifica con la pretendida víctima. Por ejemplo, puede bautizarse un animal pequeño con el nombre de la víctima, e inmolarse luego, usualmente con tortura, concentrándose mientras tanto el operador sobre la personalidad del original. El viejo artificio de hacer una imagen de cera y fundirla ante un fuego, o clavar agujas en una estatua de madera, bautizada con el nombre de la víctima, se encuentran a menudo en los registros de juicios de brujas. El clavado real de la aguja no tiene efecto concebible alguno sobre la víctima, pero ayuda a la concentración del operador.
Se emplea también el método talismánico en diversas formas. Un talismán es un símbolo que representa una cierta fuerza, o combinación de fuerzas, representado sobre una sustancia conveniente y magnetizado por el ritual. Puede hacerse a partir de cualquier cosa que retenga el magnetismo; se emplean usualmente metales, piedras preciosas o pergamino; el papel es menos efectivo a no ser que pueda ser encerrado en una caja metálica. El agua y el aceite pueden ser magnetizados efectivamente pero pierden pronto su potencia. Un talismán se hace invocando la fuerza requerida, como ya se ha descrito, y concentrándola luego sobre el objeto preparado, que se sitúa a punto sobre el altar antes de que la evocación comience.
Un talismán hecho así tiene que ser llevado a continuación a la esfera magnética de la víctima. Se cuenta que Lady Burton, ansiosa por convertir a su marido librepensador, el famoso Sir Richard Burton, el gran explorador, solía hacer que su sacerdote bendijera pequeñas estatuas de santos y las ponía en los bolsillos de sus trajes. Un artificio similar es usado por los trabajadores del ocultismo negro. Se sitúan objetos magnetizados en las habitaciones habitualmente ocupadas por la víctima, o se entierran en su camino, de modo que tenga que pasar sobre ellos frecuentemente. Estos talismanes del mal no sólo trabajan por su propio poder, sino que le sirven también al hechicero corno un punto de concentración para sus meditaciones.
Efectos dañinos son producidos también por objetos que se han usado en magia negra y se han impregnado con las fuerzas para cuya generación se empleaban. Sobrantes y retales de equipo mágico aparecen en algunos lugares curiosos. Yo estaba presente en una subasta en un pueblo del campo cuando los doce signos del Zodíaco, nítidamente pintados sobre una cartulina, salieron a la venta. Varios de mis amigos habían cogido tesoros mágicos, tal como lámparas de altar y quemadores de incienso que obviamente venían de logias de ritual, pero el galardón de la colección era una vara mágica que se ponía en subasta junto con un manojo de hierros de fuego. Grandes cristales para la visión clarividente se encuentran frecuentemente en los anticuarios. Todas esas cosas necesitan ser desmagnetizadas cuidadosamente antes de que sean llevadas adentro de la esfera psíquica de uno.
Yo estaba tomando parte una vez en una serie de experimentos psíquicos que habían estado yendo muy bien, cuando, sin razón aparente, las cosas fueron mal y hubo un considerable trastorno. No lo sabíamos en aquel tiempo, pero nos enteramos más tarde, que el propietario del piso donde se llevaban a cabo había entrado en posesión de una moqueta que había sido usada en la magia ritual por un ocultista que sólo la más extrema lenidad podría llamar dudoso.
El elemental artificial es realmente la base de la eficacia de las maldiciones. En este caso no se emplea ninguna substancia física, sino que se moldea una porción del Akasha en una forma definida y se sostiene así por la voluntad del operador hasta que, como si fuera, «se establece». Dentro de este molde se vierte la energía concentrada del operador, algo de su propio ser va dentro de él. Esta es su alma, y es como un torpedo autodirigido que se pone a moverse en una curva hacia un objetivo escogido. O el operador, si es un mago experto, puede animar deliberadamente esta forma de pensamiento con esencia elemental, que es la substancia bruta e indiferenciada de la vida extraída de uno u otro de los reinos elementales. Es a fin de hacer esto que la maldición es invocada en el nombre de algún ser. El conjurador declara, «Te maldigo por tal y por cual». Esta es la forma de evocación que invoca a la esencia animante dentro de la forma de pensamiento, haciendo así un elemental artificial que está dotado con una vida independiente propia.
Si deseamos conocer algo sobre la eficacia de las maldiciones, sólo tenemos que considerar el registro de los hombres que estuvieron conectados con la apertura de la famosa tumba de Tut-ankh-amen. Hay muchos otros casos igualmente bien autentificados.
Uno puede verse envuelto en molestias ocultas sea por oponerse a, o ser abordado por, un ocultista sin escrúpulos, o involucrándose uno mismo con una dudosa fraternidad oculta. En el caso de una trifulca con un ocultista, en añadidura a los motivos humanos ordinarios para un abuso de poder, uno tiene que reconocer el hecho de que un adepto que no es de lo más blanco casi siempre sufre de esa desagradable enfermedad psíquica de «ego hipertrofiado». Amará el poder por su propio provecho, y tomará cualquier defección de parte de un en otro tiempo seguidor, o cualquier resistencia a su imperiosa voluntad como un insulto personal o incluso una injuria. Con una mente entrenada, un pensamiento rabioso hará daño, y he conocido casos de ocultistas que, por puro pique, llegaron a extraordinarios grados de rencor. Uno sólo puede confiar en que no creyeran realmente en la eficacia de lo que hacían, y estuvieran meramente jugando para la galería «pour encourager les autres» y asegurar la lealtad entre sus seguidores.
Otra cosa que es aborrecida particularmente por este tipo de adepto es cualquier intento de parte de un pupilo que haya roto con él por hacer uso de lo que se le ha enseñado. Parece no haber límites a los que no irá un gurú celoso a fin de machacar psíquicamente a su chela.
En un caso que llegó a mi conocimiento una cantante de concierto había tenido un «tratamiento» para la mejora de su voz por un adepto de esa clase. Ella decidió finalmente que no gastaría más dinero en esta empresa, y se lo dijo así en la visita que había decidido que sería la última. El concentró su mirada sobre ella y la dijo que si rompía con él, tan pronto como fuera a la plataforma de conciertos vería su cara en el aire enfrente de ella, y su garganta se cerraría y sería incapaz de pronunciar un sonido, y que esta horrible experiencia ocurriría cada vez que tratase de cantar hasta que volviera con él y continuara teniendo «tratamiento» (a una guinea cada vez). Esta potente sugestión hipnótica probó ser efectiva, y su carrera llegó a un fin hasta que el hechizo fue roto.
La carta siguiente contiene una experiencia muy iluminadora, y es de valor, no sólo por su relato de un ataque psíquico, sino también por su descripción de la manera en que fue combatido el ataque.
«En el invierno de 1921-2 se me dijo (desde los Planos Internos), ‘Vemos tu iniciación en la Orden del Cristo’. No entendí muy claramente y esperé.
«En Junio de 1922 un Oriental, la cabeza de una gran Orden religiosa, vino a verme. (Yo estaba viviendo en Suiza). Le llamaremos Z. Yo esperaba grandes cosas de él y le miré como una especie de Maestro. Sabiendo qué se había encontrado con Abdul Baha, pensé agradarle poniendo la foto de A.B. en mis paredes, pero cuando Z. entró a mi habitación vi en seguida que no le agradaba demasiado. Conversamos por un rato y me preguntó varias cosas. De repente me ofreció la iniciación dentro de su Orden. Me quedé perpleja y no sentí el consentimiento interno. Dije que debía reflexionar. Posteriormente me vino una inspiración (?) y dije. ‘¿Es tu Orden la Orden del Cristo?’ El respondió, ‘Lo es’. Le conté mi experiencia (relatada arriba) y acepté la iniciación; pero tenía la convicción interna de que no todo estaba bien.
«No sentí ninguna respuesta interna a varios incidentes durante la iniciación, y empecé a llamar mental y ardientemente al Cristo, y continué haciéndolo así hasta el final de la ceremonia. (Supe más tarde que él le había dicho a uno de sus discípulos que yo había aceptado la iniciación pero no al Maestro).
«Llevaría demasiado tiempo el relatar otros detalles menos importantes así que paso a nuestra segunda entrevista durante la cual me pidió varias veces que dejara la ciudad donde estaba y me uniera a él en el trabajo activo. Esta vez oí la voz interna claramente; decía. ‘No’. De repente él dijo, ‘Siéntate enfrente de mí; te curaré’. (Yo estaba en muy mala salud por aquel tiempo). El fijo sus ojos sobre los míos con una fuerte mirada de mando. Mentalmente llamé al Cristo y sentí formarse a todo mi alrededor una especie de concha. ‘Ahí está’, dijo él. ‘te he curado’. La voz interna dijo, ‘No’.
«Bien, él se marchó y yo tuve un ‘mal rato’, pues tenía la sensación de que no todo iba bien, aunque no tenía ninguna sospecha de mal. (Ni la tengo ahora).
«Escribí un relato de esta entrevista a una amiga, y una carta suya se cruzó con la mía. Me dijo que hacia el tiempo de mi entrevista con Z., de la que ella no sabía nada, se la había dicho que se uniera a nuestro instructor espiritual para ayudarme. Se retiró de los Planos Externos, y realizó entonces que fuertes fuerzas hipnóticas estaban jugando sobre mí en oleadas. Una y otra vez tuvo que usar todo su poder espiritual para ayudarme a resistirlas, pero finalmente ‘estuvimos en una roca, bañadas en luz y libres’. Mi carta la dio la clave de ello; pero replicó, ‘Ten cuidado, Z. lo intentará de nuevo. El realizó que fue burlado; lo intentará en los Planos Internos la próxima vez’.
«Ahora viene la gran experiencia. Unas pocas semanas más tarde, por la noche, tuve una visión muy vivida; pero era una experiencia real. Yo estaba en el medio de un grupo de siete u ocho personas de las que veía a dos claramente. A mi izquierda estaba una mujer enteramente velada en negro, pero ella constituía una figura asombrosamente clara en cuanto a eso. A la derecha estaba Z. El dijo, ‘Ahora la daré la segunda, la iniciación superior’. Y cogió mi brazo derecho con fuerza. Pero yo me zafé, y poniéndome derecha y tranquila dije (puedo oírme a mí misma ahora), ‘Antes de que esta ceremonia prosiga quiero hacer una declaración. No permito a nada ni a nadie que se interponga entre mí y el Cristo’. Hubo un aullido, una sacudida de manos y todo desapareció.
«Poco después rompí mi carta de iniciación, puse a Z. fuera de mi mente y no he tenido experiencia personal consciente de él desde entonces.
«Pero yo le había introducido a un joven músico francés de alta reputación social, al que encontró muy de su gusto. (Le llamaremos F.). Hay una estrecha amistad entre F. y yo, y por aquel tiempo él necesitaba alguna música Oriental para una de sus composiciones —por otra parte, él podría haber sido extremadamente útil para Z., por quien se sentía fuertemente atraído. Después de mi propia experiencia empecé a estar muy alarmada, pero sentí que no era lo bastante grande para tratar con la situación, así que no le dije nada a F. pero oré para que pudiera estar protegido de todo mal. Poco después F. me contó en sus cartas varias experiencias astrales. En sus sueños estaba pasando a través de toda clase de cosas desagradables y unas voces le decían. ‘Pide a Z. que te ayude. El te ayudará’. Entonces se volvía consciente de mi presencia y empezaba a llamar al Cristo (todo esto en su sueño) y todo desaparecía. Esto sucedió más de una vez. Sólo cuando le encontré de nuevo le hablé de mi propia experiencia.
«Debo añadir que un amigo con poder psíquico vino a verme por este tiempo y dijo. ‘Esta última semana, por la noche, te he visto tres veces. Me pediste que te ayudara a salvar a un hombre joven que estaba en peligro. ¿Qué significaba ello? «.
El caso de arriba indica claramente el uso deliberado de poder mental por Z. siendo su simulación de una «curación espiritual» un intento obvio de hipnosis. Mi corresponsal dice decididamente que ella nunca ha sospechado un mal deliberado de parte de él; más bien que estaba actuando de acuerdo con sus luces. Yo mantengo, sin embargo, que cualquier intento por dominar a otros, o manipular sus mentes en algún modo sin su consentimiento, es una injustificable intromisión en su libre albedrío y un crimen contra la integridad del alma. ¿Cómo podemos juzgar las necesidades espirituales íntimas de otro, especialmente si ese otro no ha elegido confiar en nosotros? ¿Qué derecho tenemos a invadir su intimidad espiritual e introducir nuestros dedos tanteadores en su ser más interno? Es una práctica tan común el enviar nombres de gente a círculos de curación con una petición de concentrarse sobre ellos, sin tomar la precaución preliminar de pedir permiso, que he oído anunciar desde la plataforma de una gran reunión pública espiritista que solo podrían aceptarse los casos que diesen su consentimiento escrito.
Afortunadamente para todos los implicados, los procedimientos en tales «círculos de curación» son usualmente tan fútiles que nadie necesita preocuparse de que se concentren sobre él si estuviesen intentando un asesinato.
El principio, sin embargo, permanece, y sólo puedo registrar mi opinión una vez más, como ya la he registrado muchas veces, de que un proceder así es una ultrajante violación de los buenos modales y la buena fe, y contrario a toda la tradición oculta. Creo que puedo decir honestamente que nunca he deseado dirigir las grandes corrientes de destrucción sobre mis compañeros ocultistas, ¡pero hay algunos de ellos a los que me gustaría tener con la cara hacia abajo bajo mi rodilla!