Adil en el Astral

11 septiembre 2008

Algunos más curiosos se preguntarán como era un hijo de Ylian, pues bien, la altura media no era menor a los tres metros, de cuerpos robustos y fornidos adaptados a la guerra perpetua. Nuestros ojos, eran negros, cual cuenca profunda iluminados solo por la retina a semejanza del brillo de la luna, era tal este brillo que muchos nos confundirían en la actualidad con espectros oscuros más que con hijos del primer destello. Nuestra piel era blanca como el alabastro, pero dura como el hueso. Nuestra fuerza y tenacidad fue legendaria, para muestra solo debo decir que un Balorum en todo su potencial era capaz de saltar tan alto como diez metros sin la necesidad de ningún artilugio, era capaz de romper una roca de granito con sus manos desnudas, y golpear con tal fuerza que rompería todos los huesos del hombre, licuaría sus entrañas, y lo arrojaría a unos cien metros del lugar del impacto, destruyendo todo lo que se encontrara a su paso, nuestra velocidad también fue legendaria, podíamos correr más rápido que cualquier cosa de la actualidad y que cualquier cosa que se invente en el futuro.

Fuimos una raza sabia, altruista, noble y valiente. Destinados a desaparecer por el tiempo o por el enemigo. Fuimos nosotros los que enseñamos a los ángeles a pelear, los que dimos a los sabios la forma de educar, en nuestra orden se basó el concilio de los nueve, los niveles de enseñanza, los niveles del saber, los templos y los cargos. Y nuestra orden, hasta el día de hoy es la más importante en todo el universo, tanto el interior como el exterior. Actualmente ya no es la hermandad Balorum, sino la hermandad blanca. Y ahora tienen nuevos dirigentes, más sabios pero menos violentos que los de los tiempos primigenios.

Nuestros libros aun se enseñan, nuestras enseñanzas aun se instruyen, nuestra ley todavía está vigente, y aun si no les parece a los hijos de Adán llegará el día en que lo comprendan, pues si están en este mundo, disfrutando de todo lo que tienen es por la sangre de los nacidos en Ylian y la de los sabios ángeles que lucharon a nuestro lado, ¡ellos! Son los testigos de que lo que les digo es verdad.

Y aun si la humanidad se siente superior a nosotros, deben saber, que a diferencia de seres tan superiores como ustedes, nosotros, jamás levantamos la mano contra uno de nuestros hermanos, ningún Íleo, levantó su mano en contra de otro.

Nuestro enemigo no era nuestra propia sangre, nunca luchamos para conquistar sino para sobrevivir, el enemigo contra el cual luchamos, no conocía la tregua, ni la piedad, mucho menos los ideales de paz y progreso. No, no era ese tipo de enemigo, no peleábamos contra la carne venida de la luz, sino contra la obra de la oscuridad, la maldad y el caos. Siniestros como nada conocido por el hombre, pues eran malditos incluso entre su propia especie. Nada, absolutamente nada, aproxima al hijo de Adán al horror de aquellos días.

Y ahora que he llegado a ver a los hijos de Adán puedo decir que la humanidad no duraría ni medio día en contra de aquel enemigo, les asecharían tanto en la luz como en la oscuridad, toda sombra es una puerta para ellos, y su vileza les destruiría, torturaría su mente, su cuerpo y su espíritu, estarían solos, pues abrían matado a su ángel, y las armas mortales nacidas de esta tierra no podrían herirles, pues no son seres de este mundo y nada venido de este les puede dañar.

¿Por qué cuento esto? Por que me he dado cuenta que los hijos de Adán no toman en serio el titulo de caballero que séles ha concedido, hablando como un antiguo Balorum, soy diciendo que a los hijos de Adán ni siquiera les hubiera otorgado el cargo de narik, no saben nada, son como niños frente al vasto océano del ayer. Y están muy equivocados, si piensan que con una actitud como la que tienen, podrán llegar a donde se quiere que lleguen.

Sin embargo, reconozco que son una raza joven, y aun tienen tiempo de aprender, yo soy un viejo entre niños, y como tal debo tenerles paciencia, y debo darles la oportunidad de crecer. Sin embargo estos niños, serán los maestros del futuro, y deben aprender bien, o todo se perderá, todo por lo que luchamos y morimos en el ayer, no valdrá nada. Y aquellos que murieron y les fue destruida el alma, el ser y la chispa divina habrán dejado de existir en vano, su sacrificio no tendrá más valor que una inmensa nada en el recuerdo del olvido.